“A nivel global, solo el 22% del carbono tiene asignado un precio en la actualidad, y además, el precio medio global, de unos 2 USD/t CO2e, está muy lejos de surtir efecto”
Texto: Lucian Peppelenbos •
Climate Strategist en Robeco •
La asignación de precios al carbono suele considerarse como solución para reducir las emisiones, ya que supone un coste directo sobre los mayores emisores. Sin embargo, dista mucho de adoptarse a la escala global necesaria para surtir efectos; además, los precios del carbono actuales son en exceso reducidos. En su forma más simple, la asignación de precios al carbono supone un impuesto por tonelada de carbono emitido, y normalmente se grava por los gobiernos. Suecia tiene los impuestos sobre el carbono mayores del mundo, y grava con alrededor de 120 dólares la tonelada de CO2e, según el informe del Grupo Banco Mundial ‘Situación y Tendencias de la Asignación de Precios al Carbono 2020’. Otra forma de abordar las emisiones es mediante regímenes de comercio de derechos de emisión, en los que pueden negociarse derechos de emisión con otros emisores con sujeción a los umbrales marcados por la autoridad regulatoria. Uno de los más amplios que existen es el régimen de comercio de derechos de emisión de la Unión Europea (ETS). Con estos mecanismos, el precio del carbono oscila en función de la oferta y demanda de derechos. El precio del ETS de la UE ronda los 33 euros/t CO2e. –aunque en estas fechas del 2021, se ha disparado hasta los 50– . Sin embargo, la mayoría de los países no tienen ni un impuesto al carbono ni un régimen de comercio de emisiones, o los precios que tienen son tan bajos que no tiene efecto disuasivo frente a las emisiones. Según el Grupo del Banco Mundial, al final de 2020 solo existían en el mundo 61 iniciativas de precios al carbono en funcionamiento o previstas, compuestas por 31 ETS y 30 impuestos al carbono. Cubren 12 gigatones de dióxido de carbono equivalente, o solo alrededor del 22% de las emisiones globales de gases con efecto invernadero, frente al 20% de 2019.
Precios demasiado bajos: Por otra parte, los precios del carbono siguen muy por debajo de lo que deberían para servir de incentivo al cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París. En 2017, el Alto Comisionado para los precios del carbono calculó que sería necesario un precio global del carbono de 40-80 USD/tCO2e en 2020 y de 50-100USD/tCO2e en 2030 para limitar el aumento el calentamiento global a 2°C. Según el FMI, el precio medio global es de unos 2USD/tCO2e. Pero ya hay indicios de que finalmente el problema se toma más en serio. El precio actual del carbono en Europa realmente empieza a impactar sobre el comportamiento económico. A estos precios ya vemos un giro desde la generación con carbón térmico al gas, y se estimula la innovación baja en carbono en distintos sectores.
“Según el Banco Mundial, al final de 2020 solo existían en el mundo 61 iniciativas de precios al carbono, en funcionamiento o previstas, compuestas por 31 ETS (Emissions Trading System) y 30 impuestos al carbono (el más alto, en Suecia, 120 USD/tCO2) que cubren 12 gigatones de dióxido de carbono equivalente, alrededor del 22% de las emisiones globales, frente al 20% de 2019”
Tomárselo más en serio: Esta cuestión se toma claramente más en serio en la UE, que en el Pacto Verde Europeo se ha comprometido a ser neutral en carbono en 2050. Su primer objetivo consiste en lograr para 2030 una reducción del 55% en las emisiones de gases con efecto invernadero en comparación con 1990. Como parte de ese objetivo se está preparando un acuerdo para el ajuste en frontera del carbono, que establecerá unas reglas iguales para todos y protegerá a las industrias europeas de productos elevados en carbono más baratos de fuera de la UE. El ETS es la piedra angular de la política climática de la UE y para lograr su objetivo, de una reducción del 55% en 2030, la UE reconoce que los derechos de emisión de carbono tendrán que ser más escasos, incrementando así el precio por tonelada de CO2. El impuesto en frontera al carbono va a suponer un punto de inflexión global.
Comparación con la fiscalidad de la gasolina: Unos precios del carbono superiores e impuestos en frontera pueden ser buenos para el clima, pero ¿no perjudicarán a la economía? Una forma de hacerlo más digerible para quienes efectivamente pagan los impuestos es compararlo con los actual fiscalidad de los combustibles. Si consideramos el importe medio de los impuestos sobre la gasolina en Europa, equivaldría a un precio del carbono de alrededor de 300 dólares por tonelada. Esta fiscalidad no ha impedido que la industria automovilística europea sea competitiva, ni disuadido a los consumidores de comprar o conducir automóviles. Pero sí ha servido para fabricar coches mucho más eficientes en Europa que el promedio mundial. Eso demuestra que es posible subir los precios sin acabar con la industria del motor o la capacidad adquisitiva de los consumidores. No tiene por qué ser una amenaza, solo hay que hacerlo inteligentemente.♦