“Se permite aplazar el vencimiento de los créditos, buenos o malos, bajo el manto protector de unas ingentes inyecciones de liquidez. La mora se mantiene así en el 4,5%”
Texto: Aristóbulo de Juan •
Presidente de Aristóbulo de Juan y Asociados S.L. •
Visitando hace tiempo la basílica de San Isidoro en León, me topé con una serie de lápidas con inscripciones suyas. En una de ellas, se leía esta afirmación: “Sin los números pereceréis”. Se me quedó muy grabada. Ahora, con la llegada de la pandemia y su impacto en la economía, en los bancos y con la tolerancia de todos los reguladores, vivimos unos momentos de gran confusión. Esta situación me ha llevado a reflexionar con el fin de poder valorar la realidad de las cosas. Y con destino a quienes pueda interesar la transparencia del mercado, que somos muchos. En mi ejercicio parto de supuestos muy arraigados en mi esquema mental y que expongo a continuación. Los bancos con buena salud pueden ser transparentes, pero los bancos con problemas suelen ocultarlos. También pienso que los peores créditos por su calidad y su tamaño no están calificados como deteriorados y pueden llegar a suponer un múltiplo de los reconocidos contablemente. Por último, una evidencia: el exceso de liquidez es “el opio del banquero”, pues supone un incentivo perverso a la hora de valorar los riesgos. El caso es que llega la pandemia y los reguladores de muchos países introducen una serie de medidas, incluido el otorgar flexibilidad a los bancos en la aplicación de las normas, lo que supone un grado de tolerancia en los sistemas bancarios desconocido hasta ahora. Todo ello, bajo el manto protector de inyecciones ingentes de liquidez gratuita efectuadas por los bancos centrales que pueden encubrir los problemas. Este enfoque puede entenderse como una política a corto plazo que busca evitar la afloración de los serios problemas sistémicos originados por la pandemia. Y, de paso, no transparentar otros deterioros que pudieran subsistir aun en algunas entidades tras la crisis de 2008. Pero no podría entenderse que se mantuviera, ya que ello supondría evitar el tratamiento de los problemas no transparentados.