Hay unanimidad en la respuesta a Bielorrusia y se perfila también en la posición respecto a Rusia, siempre amortiguada, hasta ahora, por la posición conciliadora de Italia

Luis Martí
Luis Martí

El 24 y 25 de mayo eran fechas agendadas para un Consejo Europeo. Esta reunión periódica es normal en la vida de la UE y siempre justifica algunos comentarios, pero esta vez -por razones bastante diversas- justifica prestarle muy especial atención. Figuraban en agenda dos temas bien importantes que no van a comentarse ahora. La crisis sanitaria se encuentra considerablemente más controlada, y los jefes de gobierno o estado estuvieron de acuerdo en reunirse y hablarse frente a frente, no desde sus despachos en las capitales y enfrente de la pantalla. Anticipando probablemente lo que -esperamos- sean ya los primeros pasos de un regreso al pasado pre-covid. Los problemas planteados por el cambio climático son persistente tema de discusión y de desavenencia dentro de la UE, donde -tampoco en este reunión- ha sido posible eliminar las diferencias con la irreductible posición de Polonia.

La preparación burocrática. La reunión trabajó sobre una agenda densa, pero bien preparada y que, en general, los participantes desarrollaron con precisión. Muchos observadores valoran el esfuerzo del presidente Michel y su equipo por preparar reuniones, que hasta comienzos de siglo, se realizaban concienzudamente visitando capital por capital -le tour des capitals- pero que hoy se han organizado por videoconferencia, en pequeños grupos donde pueden cruzarse opiniones diversas y anticipar posiciones. París y Berlín merecen, como puede suponerse, un contacto singular. El gabinete del presidente examina estos materiales y mantiene consultas aclaratorias con los equipos de cada participante. Aparte de esta concentración del trabajo de presidencia, funciona el tradicional mecanismo de preparación de las reuniones basado en el Comité de Representantes Permanentes [Coreper], y que Michel ha ampliado para tomar en cuenta -cuando es necesario- la posición política del Servicio de Acción Exterior de la UE. Esta enumeración de pasos preparatorios adquiere significado específico a través de comentarios aislados de quienes están próximos al funcionamiento real de las reuniones del Consejo Europeo. El número de participantes es muy elevado, los temas pueden alcanzar enorme complejidad, y la preparación de fórmulas de acuerdo exige horas y días previos de labores no formalistas y burocráticas, sino muy intensas en horas de personal altamente especializado. Afortunadamente parece que el equipo actual es muy pragmático y que el presidente Michel consigue un trabajo preparatorio muy útil para facilitar las deliberaciones de los miembros. En el caso de la reunión del 24 y 25 de mayo, algunos participantes no tuvieron reparo en reconocer que las reuniones habían estado “excepcionalmente” bien preparadas.

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