“Mantener el objetivo de inflación en el 2% y subir tipos para lograrlo, al margen de la naturaleza del desajuste entre oferta y demanda, nos devuelve a los tiempos de la sangría como remedio universal”
TEXTO: Clemente Polo (OBESCAT) •
LAS FUERTES SUBIDAS de los precios energéticos ocasionadas por el aumento de las tensiones geopolíticas en 2021 se han intensificado tras la invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022, y las tasas de inflación en algunas economías avanzadas se han aproximado e incluso alcanzado los dos dígitos, una situación insólita desde los shocks que registró el mercado del petróleo en 1973-74 y 1979-80. En el caso de los EEUU, las subidas de precios han coincidido con un mercado laboral que ha recuperado los niveles de empleo previos a la pandemia (en torno a 159 millones de ocupados) y exhibe tasas de paro inferiores al 4% de la población activa en los últimos meses. La situación en la Eurozona no difiere en lo esencial de la de EEUU, puesto que el número de personas ocupadas ha aumentado en aproximadamente 2,2 millones desde finales de 2019 hasta julio de 2022, y la tasa de paro, aunque todavía muy superior a la de EEUU, se ha reducido casi 1 punto porcentual hasta situarse en 6,6%.
La posición de la Reserva Federal ante este aumento de los precios, la expuso de forma bastante directa y transparente su presidente, Jerome Powell en la reunión de Jackson Hole el pasado 26 de agosto: “Reducir la inflación va muy probablemente a requerir un periodo considerable de crecimiento inferior al tendencial. Además, se producirá con alta probabilidad un ablandamiento (‘softening’) en las condiciones del mercado laboral. Mientras que tipos de interés más elevados, crecimiento a menor ritmo, y mercados laborales más blandos recortarán la inflación, ello impondrá también sufrimiento a las familias y empresas”.