Vistas las demandas de minerales, y los precios, que generan las energías “verdes” parece imposible luchar contra el cambio climático y tener al tiempo conservacionismo ambiental y crecimiento.

Miguel Navascués

En la reciente reunión mundial de Glasgow sobre el Cambio Climático se ha respirado, según nos cuenta Ambrose Evans-Pritchard, el editorialista del Daily Telegraph, un optimismo desbordante, “sobre todo por parte de las empresas”. Eso sí, del coste que implica la transformación de una producción “sucia” a una “limpia” no se habla. Es decir, se ha hablado con entusiasmo de cantidades de CO2 eliminadas fácilmente gracias a descubrimientos incipientes, sin detallar cómo afectaría eso a los precios de las materias primas que sustituirían a las actuales. Como expliqué en mi artículo “La Transición ecológica”, y puede comprobarse en el artículo reciente del Fondo Monetario Internacional, “Soaring Metal Prices May Delay Energy Transition”.

Si bien la demanda de metales podría dispararse, la oferta generalmente reacciona lentamente a las señales de precios, dependiendo en parte de la producción. El cobre, el níquel y el cobalto provienen de las minas, que requieren una inversión intensiva y tardan en promedio más de una década desde el descubrimiento hasta la producción según la Agencia Internacional de la Energía. Por el contrario, el litio a menudo se extrae de manantiales minerales y salmuera a través de agua salada bombeada desde debajo del suelo. Eso acorta los plazos de entrega de la nueva producción a un promedio de unos cinco años, aproximadamente.

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