“Ni las subidas de tipos pueden controlar la inflación sin costes desproporcionados para la actividad ni los bancos centrales pueden jugar a la ruleta rusa con el equilibrio financiero”.
Ha bastado la quiebra de un par de entidades de crédito estadounidenses, de limitado porte, y el inesperado hundimiento de una enseña con tanta solera como el Credit Suisse, para poner en solfa la política de endurecimiento monetario practicada por los bancos centrales. Se les acusa, sin prueba alguna que avale tal cargo, de poner en riesgo la estabilidad financiera al elevar sin miramientos sus tasas de referencia. Los mercados, ignorando una inflación que galopa descontrolada, se atreven a apostar abiertamente por próximas rebajas de tipos. Al rebufo de cada turbulencia, las cotizaciones de la deuda pública a medio plazo han crecido a ritmos históricos. En parte buscando refugio. Pero, también, como reflejo de esta súbita mudanza en el sentimiento de los inversores.