Yolanda Díaz, en un rasgo de inusitada sinceridad, confesó que “así no se puede gobernar”. Sánchez lo desmiente día a día. Nos espera un nuevo estilo de gobierno, a salto de mata.
Pedro Sánchez parece desmentir día a día a Yolanda Díaz cuando, en un rasgo de inusitada sinceridad, ésta confesó que “así no se puede gobernar”. Se refería, como es obvio, a la insólita situación de un Ejecutivo rehén del voluble humor y continuas humillaciones infligidas por quien desde Waterloo mueve todos los hilos. Por no hablar de una mayoría parlamentaria tan variopinta como escasamente fiable. El presidente demuestra que sí se puede. Basta con conceder y pagar lo que Junts pida sin importar el precio. Se contorsionan las leyes y normas procesales para encajarlas a la fuerza en esa caja mágica que evapora, como por encanto, todos los posibles e imaginables delitos. A este paso, más valdría declarar a Puigdemont persona inviolable. Si todo se redujese a una amnistía que ponga punto y final al procès, resultaría una contrapartida hasta cierto punto asumible. Lo malo es que este episodio constituye tan sólo el preludio de la vuelta a las andadas. Hay quien todavía piensa que, a cambio de borrar toda responsabilidad por la asonada, se asegurará la estabilidad de la legislatura. Craso error. Junts proclama abiertamente que, tras este primer trofeo, exigirá el premio gordo del referéndum de independencia. Poco importa si se contraviene la Constitución, como con notable clarividencia apunta Laura Borrás. Aquí lo que pesa e importa son más los hechos consumados. Tanto para gozar del beneficio de la norma más clemente con el reo como para transformar el proceso separatista en fenómeno imparable. Cuando se cruzan, con tanta naturalidad, las líneas rojas una tras otra, bajo el pretexto de que cambiar de opinión constituye signo de sabiduría, todo resulta posible.