“La FED anuncia que elevarán tipos en medio punto en junio y julio mientras crecen las dudas sobre su capacidad para asegurar un aterrizaje suave”.

JP Marín Arrese, economista
JP Marín Arrese

A la Reserva Federal se le acumulan los problemas. Primero, afrontó una brusca e inesperada subida en flecha de la inflación provocada por la invasión de Ucrania y las medidas de retorsión. Ahora, se multiplican las señales de desaceleración y crecen las dudas sobre su capacidad para asegurar un aterrizaje suave. Dos fenómenos que al requerir de recetas opuestas plantean una seria dificultad a la hora de calibrar el manejo de la política monetaria. El alza de precios viene de lejos. Al principio, se despreció su impacto confiando que se trataba de un desajuste pasajero, fruto de la incapacidad de la oferta para cubrir una demanda boyante tras el paréntesis obligado de la pandemia. A la rápida recuperación se unió el ahorro embalsado en los meses de confinamiento. También se culpó a los cuellos de botella en las cadenas de suministro sin que nadie aportara una explicación convincente a este fenómeno. La imposibilidad de frenar una inflación de oferta endureciendo las condiciones crediticias explica los meses de inacción de la FED. Sólo cuando los costes salariales iniciaron la escalada, Jerome Powell cambió radicalmente de opinión. Algo previsible en una situación de práctico pleno empleo. Más aún cuando las vacantes de puestos de trabajo sin cubrir decuplican los contingentes de nuevos desempleados. La temida inflación de segunda ronda se ha manifestado con toda su crudeza. Sólo entonces Jerome Powell se aplicó sin reservas a presentar combate. Su anuncio de elevar tipos en medio punto en junio y julio despeja el panorama hasta la vuelta del verano.

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