Texto: Carlos Balado
Director General de Eurocofín.

La inclinación a no ir contra la tendencia del grupo es una regla, y no una excepción, cuando el grupo debe decidir de forma colegiada. Y los consejeros deben ser conscientes

Carlos Balado

El gobierno corporativo de las empresas es el centro neurálgico donde se gestionan los acuerdos que permiten a las compañías avanzar o bloquearse. Cuando se ha tenido la oportunidad de participar en la preparación de los Consejos de Administración, como es el caso, se puede comprobar que es más frecuente de lo deseable constatar cómo sus integrantes llegan a acuerdos que, o bien no son del todo conscientes de que han alcanzado o, sin pretenderlo, dan su conformidad a asuntos con el fin de evitar sentirse al margen del grupo, incomodar a los demás, crear más molestias de las debidas, o proyectar una imagen coercitiva o de cierta soberbia intelectual, entre otras cuestiones. En definitiva, se ven atrapados en la conocida “paradoja de Abilene”. Su autor, Jerry B. Harvey, explicó en 1974, en un texto titulado, La gestión del Acuerdo, que una familia compuesta por un matrimonio y sus dos suegros, decide, en una tarde muy calurosa y en la que están jugando al dominó muy tranquilos en el porche de sus casa, salir de viaje a Abilene, una ciudad a 80 kilómetros de su domicilio. A pesar de que nadie realmente quiere, todos aceptan la idea.

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