“Moreno ha administrado con prudencia. Y para muchos electores andaluces, la inflación y el separatismo catalán son responsabilidad de Sánchez y el PSOE”.

Luis Alcaide
Luis Alcaide

Andalucía mía, madre del cielo” que cantaba Luis Mariano, lo entona ahora Juanma Moreno con más desparpajo que Espadas. Mayor audiencia en una Andalucía modernizada, en buena medida por iniciativas socialistas, desde el AVE a Sevilla, a la Expo del 92, al ingreso de España en el Mercado Común Europeo. Juanma ha administrado con prudencia la herencia recibida. La población andaluza no es reflejo de aquella división secular, de aquel antagonismo entre jornaleros y señoritos. Las mujeres se han incorporado a un mercado laboral donde destacan mojones tan significativos como la fábrica de Airbus en Sevilla, el parque tecnológico de Málaga, un brillante servicio de restauración y una agricultura de exportación puntera en Europa. En 2022 la participación de la comunidad andaluza en la exportación española ha sido la más dinámica. Andalucía, como el resto de las comunidades autónomas, ha sorteado los efectos del Covid, gracias sin duda a investigadores y farmacéuticas, pero sufre ahora el encarecimiento de los precios de la energía y la alimentación. La inflación no se coloca en el debe de los territorios sino en las espaldas del Gobierno de la Nación. La inflación y el separatismo catalán son responsabilidad para muchos electores andaluces de Sánchez y el PSOE. Mientras la Junta de Juanma tranquiliza a una población más satisfecha con sus medios de vida.

El coro de las izquierdas reivindicadoras ha concentrado su atención más en el feminismo y la igualdad de géneros que en las condiciones y formas de producción. Aquellas mejoras para la ciudadanía exigen formar parte de la corriente política más caudalosa, pero las izquierdas se han separado del PSOE y confundido a la ciudadanía. Esas izquierdas podían haber seguido otro camino sin olvidarse de sus sueños y sus ideales. No ha sido así. Al otro extremo de Europa, la tragedia de Ucrania. Allí llegan misiles destructores de vidas y haciendas. Aquí solo sufrimos las secuelas de las restricciones que encarecen alimentos y, sobre todo, el petróleo y el gas. Esta última fuente de energía, que debía servir de tránsito hacia las energías verdes, ha quedado en suspenso. No sufren los españoles ni los andaluces muerte ni destrucción pero, como sucede en los mismos EEUU y en Europa, las molestias de la inflación golpean los bolsillos y se convierten en una acusación contra el Gobierno. No es ocasión ni tiempo para recordar a los votantes andaluces los beneficios de los ERTE o de los créditos ICO, tampoco de la subida del salario mínimo y la ampliación del número de ocupados, incluidos los fijos discontinuos.

En cualquier caso, unos campos de Andalucía en los que no solo los campanilleros nos alegran con sus campanillas. También con un coro de industrias, servicios y agricultores que se escucha a lo largo y ancho de todo su territorio con gran alborozo de sus ciudadanos. Ya no hay andaluces emigrantes a Europa y Cataluña sino más bien inmigrantes de otras latitudes que llegan a sus campos o a sus servicios de restauración. Esta es la Andalucía del Siglo XXI.♦