“Al miedo por el riesgo bélico hay que unir la esperanza de un nuevo orden energético, más barato, más justo y menos dependiente”

Fernando G. Urbaneja
Fernando González Urbaneja

Lo he escuchado en varios debates en boca de analistas respetados: “estoy muerto de miedo…”. Los hechos y datos conocidos desde la invasión de Ucrania por el ejército ruso producen miedo. Una invasión unilateral con uso desvergonzado de misiles y carros de combate, con violencia indiscriminada e intimidatoria, con amenaza de uso de potencia nuclear táctica si la comunidad internacional apoya a los agredidos, con despliegue de mentiras y amenazas produce miedo, mucho y justificado miedo. Ahora verificamos con asombro el espíritu matón de Putin, del que ha hecho gala a lo largo de las dos últimas décadas al frente a Rusia.

Algunos dirigentes que han tratado a Putin durante estos años sostienen que el personaje ha cambiado para mal, que no era tan amenazante, que ha enloquecido. Pero también hay quien sostiene que no hay cambio, que siempre ha sido así: ofuscado en una estrategia expansiva de uso y abuso del poder, incluyendo la invasión de países soberanos. Haya cambiado o haya enloquecido, lo real es que produce miedo, que sus objetivos son maximalistas y que carece de contención. El miedo está justificado. Casi nadie imaginó que podía llegar tan lejos en el uso de guerra. Pero al mismo tiempo, la resistencia de los ucranianos al ataque -de nuevo el mito de David frente a Goliat- y la respuesta inmediata, firme y coordinada de la Unión Europea, Gran Bretaña y los EEUU, con el apoyo a las sanciones de tradicionales países neutrales como Suiza; las exigencias de aliados posibles de Putin como Turquía, China, India e Israel, acreditan que como dijo ante el Parlamento alemán el canciller Scholz “ayer no será como mañana”. Una fórmula que puede alterar los factores y decir “mañana no será como ayer”. A partir de esa idea, Alemania ha decidido armarse y es muy probable que pronto rectifique su renuncia a la energía nuclear. Una decisión atrevida de Merkel que ahora se percibe como imprudente y mal enfocada. La estrella de la excanciller palidece a la vista de que “mañana no es como ayer”.

Las respuestas a la invasión y la guerra por parte de los países democráticos y, sobre todo, de las opiniones públicas de esos países, invita a la esperanza ya que mañana puede ser mejor que ayer. Mañana puede emerger un mundo más contenido, más seguro, más equilibrado y menos dependiente, entre otros factores de las energías fósiles (petróleo y gas) que limitan la soberanía de los países y generan sometimiento. La tesis de la contención (por la posibilidad de una destrucción mutua asegurada, MAD) que dominó la segunda mitad del siglo XX ya no sirve; el MAD (loco) ahora puede ser un líder autócrata coreano o ruso o… con potencia nuclear y determinado a imponer su voluntad indiscutible y no negociable. Contener a esos MAD, sofocarlos, se convierte ahora en la tarea del nuevo siglo para hacer posible la hipótesis de la paz perpetua que razonó el prusiano Kant en Königsberg, muy cerca del epicentro del actual conflicto. Al miedo por el riesgo bélico hay que unir la esperanza de un nuevo orden energético más barato, más justo y menos dependiente. La guerra acelerara el proceso para la revolución energética.♦