Ante el preocupante auge de racismos y xenofobias, África lamenta la ingratitud o desmemoria de Europa. Se expande la exigencia de reparar el cúmulo de agravios, causa de estupor en ciudadanos occidentales parcos de información, reacios a asumir no ser protagonistas únicos de la Historia, propensos a atribuirse la exclusiva del esfuerzo colectivo por mejorar la condición humana. Ilustra esa egolatría la lacerante ocultación del sacrificio africano en las Guerras Mundiales, cuando a menudo resultó decisivo para hostigar al enemigo, ganar batallas, acopiar suministros en retaguardia… Pero los propios africanos ya exhuman tal contribución.

David Diop, senegalés, escribió Hermanos de alma, desgarrador relato de un ‘tirador senegalés’ en las trincheras de la IGM, arquetipo del africano muerto en conflictos ajenos. Los autores de África en la I GM dedican su libro “a las mujeres africanas, que vieron sacrificar a sus hijos en una guerra estéril para África”; uno de ellos, Álvaro Barril, resume el aporte humano: 130.000 combatientes en Europa, “obligados o persuadidos” por Francia; otros 70.000 en África, reclutados por sus metrópolis en distintas colonias, “episodio que redimensiona el carácter mundial de la devastadora contienda”. En 1987, París prohibió Le Camp de Thiaroye, película del cineasta y escritor Sémbene Ousmane, también senegalés, basada en hechos reales: en diciembre de 1944, gendarmes coloniales reprimieron las protestas de excombatientes desmovilizados de las huestes del general De Gaulle, la mayoría liberados de campos de concentración nazis, por reclamar la paga prometida por el Ejército francés; resultado: 35 tirailleurs asesinados, otros muchos torturados y encarcelados. Entrevistado por la BBC, el historiador galo Raffael Scheck estimó en “más de un millón” los africanos alistados en las filas aliadas: lideraron la importante pero minimizada ‘Operación Dragón’, participaron en la liberación de Toulon o Marsella, fueron vanguardia en Monte Cassino y varios destacaron en la Resistencia.

Uno de éstos, Addi Bâ, protagoniza El terrorista negro, novela de Tierno Monénembo, huido del dictador Sékou Touré y afincado en Francia. Ante el olvido de su compatriota, rescató su memoria: debía conocerse su contribución a la derrota del totalitarismo. Se logró: en 2019, el presidente Macron desagravió a estos héroes anónimos… 75 años después.♦