“Hoy todas las fuentes energéticas son necesarias. Hay que acertar en el proceso de sustitución sin incurrir en costes inasumibles”.

Fernando G. Urbaneja
Fernando González Urbaneja

Dani Rodrik teorizó hace más de una década su famoso trilema que sostiene que compatibilizar Globalización-Soberanía nacional-Democracia es complicado, al menos hay que sacrificar o relegar una de las caras del triángulo. Todo al tiempo es improbable. El trilema sirve para la transición energética que viene empujada por el cambio climático, que constituye hoy uno de los problemas prioritarios de los gobiernos, aunque no faltan negacionistas extravagantes, tan iracundos e intolerantes como los ecologistas extremos que apuestan por el decrecimiento inmediato de todo el mundo. El profesor Mariano Marzo, uno de los principales expertos españoles en cuestiones energéticas, propone un trilema como el de Rodrik para la transición energética. La entrevista que publicamos en este número es ilustrativa y les recomiendo su lectura atenta al texto que publicamos y al completo que reflejamos en la web.

Conseguir un suministro energético limpio, barato y seguro es tan improbable como el trilema político. Para alcanzar ese óptimo que roza la utopía (que no quiere decir que sea imposible) se requieren plazos, objetivos, procedimientos y algo de suerte. El despliegue de energías renovables exige inversiones cuantiosas que van más allá de los recursos presupuestarios. Las energías de respaldo de las renovables necesitan de energías convencionales (combustibles fósiles) cuyas emisiones contaminantes se pueden limitar con más inversiones para investigación orientada a la captura de gases indeseables. Con los datos de hoy, la contribución del petróleo y gas (que aportan más del 50% del consumo energético mundial) es imprescindible durante no menos de tres décadas. Una contribución que para que sea segura y asumible en precios precisa de nuevas inversiones en exploración (perforar) y en tratamiento con tecnologías eficaces para limitar las emisiones. No son políticas con resultados que se pueden alcanzar en el corto o medio plazo; pero si son objetivos alcanzables en el largo plazo (varias décadas) con esfuerzos colectivos razonables durante el proceso de transición. Objetivos y procedimientos que hay que explicar para obtener consensos razonables que propicien la transición y permitan repartir y minimizar los costes.

Que hay costes es tan cierto como que la transición es una obligación moral y material para conservar la vida en el planeta. Exponer esos costes, repartirlos, es una responsabilidad de los gobiernos, de la política; como lo es colaborar con la industria para acertar en el proceso de transición. Limpio, barato y seguro es el objetivo final, que necesita tiempo. Llegará a ser limpio, pero no será barato durante el proceso y puede ser inseguro (escasez) sin talento para conducir el proceso. El resultado final merece la pena, la pretensión de resolver el trilema y asentar los tres vértices: limpio, barato y seguro, es una meta posible, pero el camino requiere una conducción muy experta y profesional. Hoy todas las fuentes energéticas son necesarias, la clave reside en acertar en el proceso de sustitución sin fracasar en la seguridad del suministro, sin incurrir en precios inasumibles y ganando puntos a la reducción de emisiones: apasionante trilema que puede conjugarse con tiempo y maña.♦