“La inflación se contiene y aunque la renta no vuelve a los niveles pre pandemia, el PIB crece. Crece el consumo mientras la inversión está estancada.”
El ruido ensordecedor que atrona en España impide escuchar las buenas noticias, respaldadas por los datos, sobre la situación económica. “La economía española empieza el año en mejor posición de lo anticipado, a tenor de los indicadores más recientes…. la explicación reside en la recuperación del consumo… las empresas españolas aprovechan el tirón de la demanda en mayor medida que las extranjeras… solo el 24% de la demanda total se satisface con importaciones, cuando antes de la crisis financiera la penetración de las compras en el exterior generó un déficit externo colosal, uno de los detonantes de la crisis”. Son palabras de Raymond Torres director de Coyuntura de Funcas que concluye afirmando: “Todo ello permite vislumbrar otro año de crecimiento positivo con un sólido excedente externo”.
El Nobel de Economía Paul Krugman se plantea la pregunta: “¿Cuándo asumirá la gente que la economía se recupera?”. Ahora bien, si las buenas noticias económicas empiezan a calar en los EEUU no ocurre lo mismo en España. Un país que se rompe políticamente y en el que la renta por habitante no vuelve a los niveles pre pandémicos o pre crisis financiera. Es indiscutible que el Producto, o sea, el PIB avanza a un ritmo algo más rápido que el de nuestros socios europeos pero en paralelo también lo hace la población, es decir, el denominador. Hay más gente para distribuir. ¿Y si sucediese lo contrario, menos bienes y servicios producidos y descenso de la población? El PIB se contrae pero el PIB por habitante aumenta. ¿Acaso respondería esa situación a una economía en desarrollo? Hace ya algunos años, en la Rumanía comunista sus autoridades se vanagloriaban por una mejora de las rentas individuales. Sucedía que la población decrecía –aborto permitido y estimulado– mientras el PIB se cuarteaba, se manipulaban los datos pero la pobreza estaba a flor de calle. Así que la penuria creciente y la caída del muro de Berlín dieron al traste con los regímenes de las Democracias Populares.
En España el PIB crece, la inflación se contiene y el 2023 se fue sin recesión y diciendo adiós a la pandemia. Ahora hay un sucedáneo, con incremento de la gripe y lucha de mascarillas. Crece el consumo pero la inversión está más o menos estancada, es lo que reflejan los indicadores económicos. Pregunta. ¿Si la demanda doméstica sigue tirando las empresas no van a responder cuando ahora atienden más y más a las exigencias de los consumidores residentes? Por lo pronto, la preferencia por los productos fabricados en España es un estímulo y un indicador, así que, al parecer, la productividad, calidad y precios no desmerecen sino todo lo contrario frente a las mercancías procedentes del exterior. Uno de mis vecinos, británico y corresponsal de un periódico de primera fila me comentaba su asombro por ese ruido ininterrumpido de corrimiento de tierras. Quizá en el silencio de la noche los empresarios tropiecen con el sueño de que nada les impide aumentar su oferta de bienes y servicios. ¿Está sucediendo así o por el contrario el PIB se encoge?♦