El INE, la AIREF, el BdE… todos discrepan de los datos sobre los que se construyen los PGE2022, aunque eso no es obstáculo para su aprobación parlamentaria

Fernando G. Urbaneja
Fernando González Urbaneja

Tres de los artículos contenidos en este número, uno sobre los Presupuestos 2022, otro sobre el desconcierto que produce la política reformista del gobierno, y un tercero acerca de la gestión de la morosidad en el sistema financiero, invitan al desánimo y la decepción. Apuntan una recuperación menos vigorosa de lo que advierten las declaraciones oficiales, y sostienen que los “números” de la economía española no se ajustan a la realidad, tienen averías. Uno de los autores señala una frase atribuida a San Isidoro que reza: “sin los números pereceréis”, que me ha recordado la obsesión de un banquero clásico que solía repetir: “donde no brillan las cuentas, resplandecen los cuentos”. La gestión económica, y también la empresarial, necesita “números” fiables para entender la realidad y, a partir de la misma, asentar políticas con razonables garantías de eficacia. Pero las cosas no son tan lineales, ante realidades (“números”) que no convienen recurren al maquillaje, que la presunta realidad se parezca más al cuadro deseado que al efectivo. Cuando la tentación del maquillaje se aplica a los pronósticos el riesgo aumenta considerablemente.

Para construir los Presupuestos 2022, cuyo proyecto se debate en el Parlamento tras rechazar las enmiendas a la totalidad, el gobierno ha dibujado unos “números” sobre la realidad económica de hoy y sus perspectivas inmediatas, que logran el consenso y la complicidad de buena parte de los analistas económicos nacionales e internacionales: Incluso los organismos oficiales que se ocupan de los “números”, desde el INE a la AIREF y el Banco de España, discrepan de los datos sobre los que se construyen los Presupuestos 2022, pero la razonada discrepancia no ha influido para que el gobierno modifique sus “números” ni para evitar que una mayoría parlamentaria los haya aprobado. El maquillaje embellece la realidad, la transforma en apariencia, en la confianza de que la economía futura se aproxime a lo deseado. El maquillaje actúa sobre las expectativas y confía en la divina providencia, es decir que se produzcan novedades favorables del tipo de una bajada del precio del petróleo y el gas, un invierno benigno, una recuperación de las cadenas de suministro en el comercio mundial. Todo ello posible, aunque también puede ocurrir lo contrario.

Los vientos de cola no son favorables a las expectativas y supuestos con los que se han construido los Presupuestos 2022; hay datos que avalan la recuperación cuando comparamos con 2020, pero con menos fuerza de la esperada. El presidente del gobierno confía en su suerte, y su vicepresidenta primera descarta los entornos desfavorables y evita revisar objetivos y los supuestos de partida con los que ha pintado los Presupuestos 2022. La tesis de San Isidoro: “sin los números pereceréis” no interesa a las autoridades, ni las nacionales ni las autonómicas que presentan sus Presupuestos siguiendo el modelo nacional. El “perecer” de San Isidoro significa perder las elecciones, como en su día le pasó a Rodriguez Zapatero por algo similar: no reconocer ni asumir la realidad, los “números”. La estrategia es maquillar en espera de cambio de expectativas, lo cual es posible, aunque no sea probable. Un exceso de maquillaje solo mejora la apariencia, pero no la realidad.♦