Es posible un golpe de Estado en un país occidental, desarrollado, democrático? Parece imposible a primera vista. Pero una atenta mirada sobre la actual deriva del mundo podría alterar tan optimista percepción. El vertiginoso acontecer cotidiano solapa con excesiva rapidez realidades que merecen un análisis sereno. Se olvidó el asombroso intento de asalto al Congreso de Washington y demás sucesos extraños en las postrimerías de la presidencia de Donald Trump; de igual modo, pasó casi desapercibido el “pronunciamiento” de un grupo de militares retirados publicado en una revista francesa en abril pasado.
Acontecimientos no baladíes cuando las ideas totalitarias se refuerzan por doquier. No son nuevos ni originales sus pretextos y argumentario, repetitivo guión en toda reacción antidemocrática producida en los dos últimos siglos: crisis económica prolongada, inestabilidad política crónica, derrota militar o pérdida de liderazgo internacional. Con la dosis de ambigüedad requerida, el texto publicado en París por una veintena de generales reservistas contiene las obsesiones básicas de todos los salvapatrias; hablan de “guerra racial”, de las “hordas de los suburbios”, del islamismo y demás alborotadores que alteran la esencia de la Nación, e instan al Gobierno a que evite la “guerra civil”; concluyen amagando con “la intervención de nuestros camaradas en activo en una peligrosa misión de protección de los valores de nuestra civilización” para “salvaguardar a nuestros compatriotas en nuestro territorio nacional”. En román paladino, amenaza de golpe de Estado en toda regla.
Algunos venimos advirtiendo de ello desde hace varios años: la lacerante miseria de África y otros lugares no es provocada por la pobreza, al tener recursos apreciables; la causa de la emigración de sus ciudadanos son las tiranías insensibles impuestas; y resulta contraproducente ignorar o escamotear tal hecho. No son ya solo políticos ultranacionalistas quienes gritan exaltados, ni minorías xenófobas ignorantes que expanden el odio. Se eleva el diapasón: si así escriben altos oficiales sin mando, no parece descabellado intuir que hablan por congéneres que deben callar. ¿Impensable entonces que en países occidentales desarrollados puedan producirse situaciones hasta ahora privativas del Tercer Mundo? Sería una desgracia para todos.♦