“Los analistas colocan el énfasis en los fallos de supervisión, pero ni la subida de tipos ni sus efectos en la valoración de la cartera de deuda eran imprevisibles”.
Varios bancos norteamericanos y uno de los clásicos suizos han entrado en crisis este año y han requerido soluciones de distinto tipo que responden al tratamiento clásico de las crisis financieras con algunas variantes adaptadas a cada caso. Es evidente que las autoridades políticas y monetarias tienen mucho que decir y decidir en estas crisis y que a medida que se acumulan experiencia mejoran los sistemas de prevención y de tratamiento de las crisis, sin llegar a impedirlas ya que forman parte de la “naturaleza de las cosas”. Precisamente por eso a la hora de analizar las crisis los analistas colocan el énfasis en los fallos de supervisión más que en los errores de gestión. Y si los primeros existen y merecen estudio y corrección los segundos no son menos importantes. No es sencillo el oficio de banquero, quizá por su propio carácter: intermediación entre ahorrador e inversor con una exigencia esencial: gestión del riesgo y simetría en cantidades y plazos entre activos y pasivos. A partir de eso las variantes son infinitas y la creatividad puede llegar a convertirse en peligrosa en cuanto olvide que atender al riesgo siempre es prioritario.
Los banqueros de Credit Suisse (CS) venían desafiando el riesgo desde hace años, fracasando en líneas de negocio en las que los fallos son letales y renovando sin pausa ni tregua los cuadros en la cúpula directiva. Las señales que CS daba al mercado eran preocupantes desde hace tiempo, es cierto que pasaban las pruebas de esfuerzo, que captaban capital para mantener ratios suficientes de solvencia, que no sufrían de iliquidez… pero el negocio no iba bien y confiaban en el crecimiento para salir del bucle de una rentabilidad insuficiente. Han sido malos banqueros, han fallado en lo fundamental y los sucesivos gestores son los principales responsables de la incapacidad del banco para seguir adelante. Suspendieron en confianza y esa enfermedad resulta mortal para una entidad financiera
Los banqueros de las entidades norteamericanas han sufrido por otras razones, pero con el mismo mal de pérdida de confianza que es incurable. En su caso argumentan que el cambio de política monetaria con subida de tipos de interés y desplome del valor de la cartera de renta fija (mal llamada así ya que es poco fija y menos segura de lo que aparenta) les ha llevado a un callejón sin salida. La subida de los tipos de interés no ha sido impredecible y los efectos de los sistemas contables vigentes en la valoración de las carteras de deuda tampoco son un acontecimiento inesperado ni imprevisible. En su caso fallaron en la previsión y gestión del riesgo que suponen depósitos volátiles que requieren capacidad de respuesta para evitar momentos de iliquidez. Desde luego que los supervisores podían haber sido más exigentes pero la responsabilidad principal es de los gestores, malos banqueros que no han sabido manejar riesgos y provocado situaciones que requieren soluciones excepcionales que van más allá de lo que está escrito en los libros de tratamiento de las crisis que tienen que reescribirse tras cada nuevo caso.♦