Si aterrizase un extraterrestre para informarse sobre los terráqueos, creería que en ciertos países o regiones habita un único género. Programas televisivos, reportajes de prensa y tertulias radiofónicas llevarían al recién llegado a una asombrosa conclusión: los varones forman una subespecie, cuyas percepciones, inquietudes y necesidades ni cuentan ni interesan, como los cautivos durante la dominación romana o los negros esclavizados siglos atrás. Nuestro visitante galáctico no tendría la impresión de que los humanos son una sola especie compuesta por dos géneros bien diferenciados pero iguales en derechos y dignidad, pues el discurso “políticamente correcto” imperante tiende a despojar al género masculino de su plena humanidad. Socavados su autoestima, sensibilidad y sentimientos, los hombres, sobre todo en el epicentro que lo globaliza todo, asumen su nuevo rol de seres auxiliares, cuya función social va asemejándose al cometido del animal de tiro.
¿A qué viene este “discurso machista”?, se indignarán algunos. No a todos, pero a muchos anonada que cuanta iniquidad aplasta de nuevo Afganistán se reduzca a la vejación de sus mujeres, condenadas al tapado integral, confinadas en sus cabañas, expulsadas del aula, impedidas de trabajar fuera del hogar o charlar con sus amigas en el bar. El totalitarismo -allí disfrazado de islamismo- anuló su voluntad en el instante en que el relativismo buenista paralizó la universalización de valores como la tolerancia. Siendo cierto que no siempre conviene imponer la Historia, pues la diversidad enriquece al ser humano y debe ser protegida, ¿qué hacer cuando grupitos de energúmenos amorales imponen al conjunto ideas deshumanizadoras con inusitada crueldad? ¿Favorece el progreso la mera palabrería mientras contemplamos el avance de bárbaros aniquiladores que banalizan la vida del vecino y destruyen legados culturales ancestrales? ¿O, como siempre, reaccionarán cuando sitien Viena o bombardeen Washington?
Parcelar debilita la necesaria resistencia. Toda solidaridad para las mujeres afganas… y para sus padres, esposos, hijos, hermanos, abuelos, cuñados, suegros, también víctimas del yugo opresivo, intolerable en esta era sin importar quién, dónde o qué pretexto se invoque. Ellos sufren la misma tiniebla tenebrosa aunque no visten burka.♦