El auge de la intolerancia en Europa puede atribuirse al desconocimiento de su propia Historia, basada en falacias, fundamentos del autocomplaciente eurocentrismo. Tarea primordial de nuestro tiempo es acercarnos a la realidad, aunque suponga revisar las inexactitudes y conlleve la hostilidad para los mensajeros. Necesario, pues, airear unas sociedades enclaustradas, presas durante siglos en idearios supremacistas inoculados por la filosofía hegeliana -”no existe Historia fuera de Europa”- y el Ensayo sobre la desigualdad de las razas, del Conde de Gobineau, germen de estereotipos, alimento espiritual de racistas y xenófobos. Como la Literatura es, ante todo, Memoria, Historia e Identidad, los escritores africanos se hallan sumergidos en el empeño de combatir tal cúmulo de leyendas y tópicos deshumanizadores para equilibrar una Historia demasiado sesgada. Quizá por ello no es suficientemente comprendida ni valorada su obra en el Occidente superdesarrollado, que esperaba encontrar en ella o un esteticismo vacío o un exotismo vacuo.

Es de suma importancia recordar que los Derechos Humanos proclamados en 1948 no fueron una concesión graciosa de los blancos biempensantes: son un compendio de las reivindicaciones de los pueblos sometidos por Europa, recogidas por africanos y afroamericanos -Kwame Nkrumah, Jomo Kenyatta, Julius Nyerere, Nnamdi Azikwé, Georges Padmore…- reunidos en Manchester en 1945 en el V Congreso Panafricano. Conviene exhumar asimismo el encuentro de intelectuales negros -Aimé Césaire, Léopold Senghor, Jacques Rabemananjara, Richard Wright, Cheik Anta Diop y demás- reunidos en París en 1956 en el Congreso Internacional de Escritores y Artistas Negros; ellos formularon por primera vez conceptos como multiculturalismo, diálogo de Civilizaciones, diversidad e interculturalidad, ideas que marcaron el mundo actual, dignificando la interacción y humanizando la relación entre las diferentes razas, credos y culturas.

La apuesta era clara: complicidad y convergencia de objetivos para que libertad, dignidad y bienestar no fuesen conquistas acotadas a una única raza y un solo credo… Porque un millón de africanos también combatieron contra la barbarie totalitaria, aunque se ignore o minimice su contribución.♦