“Aumentan el PIB y el empleo, mejora la balanza exterior… Mientras se estancan la productividad, la renta per cápita y la convergencia con la UE”.

Fernando G. Urbaneja
Fernando González Urbaneja

La economía española presenta signos ambivalentes que sirven, según se escojan datos y períodos, lo mismo para un roto que para un descosido. El gobierno elige lo mejor del reportorio para concluir que la economía es el arma electoral para conseguir apoyo; de hecho, el nuevo ministro de Economía se prodiga en los foros públicos destacando de su asignatura lo que resulta más favorable. Está en su derecho. De paso evitar meterse en otras materias en las que los demás miembros del gabinete acentúan la estrategia de tensión y confrontación con descalificaciones rotundas y programadas de la oposición.

Es obvio que las cifras de crecimiento cuentan entre las mejores de la zona euro; también que crece el empleo de forma paralela, incluso más acentuada. Y es evidente que las cifras de comercio exterior y de balanza de pagos presenta unos saldos favorables que no tienen precedentes. Este último es quizá el dato más sobresaliente de cambio de patrón sobre lo que ha sido habitual en la trayectoria económica española durante muchas décadas. Un saldo exterior positivo es una rara avis en la composición del PIB nacional con la ventaja de que se trata de una tendencia consolidada. Sobre los datos globales de PIB y de empleo no se repara en la base de cálculo muy afectada por la fuerte corriente migratoria que lejos de restar rentas, las añade. A lo largo de los últimos seis años la población registrada en la EPA como de más de 16 años ha crecido en 2,1 millones de personas y la población ocupada en una cifra semejante. De manera que el aumento del empleo se debe en buena medida a dos factores: población extranjera (800.000) y empleo público (520.000 empleos).

Tampoco conviene perder de vista que en estos seis años el aumento de la deuda publica alcanza la cota de casi 400.000 millones de euros, financiados en buena medida por el Banco Central Europeo sin preguntar y a tipos cercanos a cero. Una cifra que supone un gran acelerador del crecimiento, que en estos momento se mantiene con los Fondos Nueva Generación UE que están en plena fase operativa y que deben durar hasta el 2026. La parte menos optimista de este cuadro viene por el estancamiento de la productividad, de la renta per cápita y de la convergencia con la Unión Europea, datos todos ellos que no invitan al optimismo. Tampoco alienta la caída de la inversión pública y privada que contrasta con el aumento del consumo. Una sociedad confiada en el futuro y por tanto consumista que convive con una restricción de la inversión acentuada por la caída del crédito a familias y empresas que se explica por la subida de los tipos de interés y también por una manifiesta falta de confianza en el futuro. En resumen la economía crece, alentada por el sector exterior, el consumo interno y el endeudamiento público, pero con síntomas de desconfianza y debilidad de la inversión.♦