“El empeoramiento de la situación sanitaria obliga al eurosistema a revisar sus previsiones, posponiendo la recuperación general, el ‘regreso al pasado’, hasta mediados de 2022, y el arranque de una nueva etapa de crecimiento a 2023”. después de caer un 11% en 2020, para España se prevé en 2021 un crecimiento de en torno al 6%.
La preocupación grave de la población –al menos, de buena parte– por el curso de la crisis sanitaria está más que justificada, y se comprueba en múltiples comportamientos individuales adaptados a las exigencias defensivas frente al virus, sus mutaciones, variantes y cepas. El colectivo social ha respondido en España –con lamentables excepciones– al rigor de unas medidas muy duras, pero cuya efectividad depende de la convicción ciudadana. Lástima, o indignación, compartida también por muchos ciudadanos, al comprobar casi diariamente que nuestra estructura política registra un clima de tensión entre algunas administraciones que rompe la unidad de criterio frente a una pandemia que sin duda exige un esfuerzo común, fórmulas de cooperación, intercambios de información, estadística y científica, y un lenguaje de estímulo colectivo, No se trata solamente de aplanar la curva díaria, sino también de hacer frente por todos los medios al empeoramiento de una economía que ha visto derrumbarse un puntal básico de su modelo de crecimiento –el sector servicios–.