alta velocidad, transportes

La dispersión de ganancias y la concentración de pérdidas hacen que, en general, las reformas para introducir la competencia sean políticamente complicadas de realizar. Pero el caso de la alta velocidad refleja bien sus múltiples ventajas: aumenta la demanda, bajan los precios, se reducen las emisiones de CO2, se amortizan las infraestructuras…


Texto: Juan José Ganuza Fernández (FUNCAS)


COSTARÍA MUCHO ENCONTRAR alguna otra medida de política pública con un impacto económico tan positivo en términos de bienestar como la liberalización del mercado de la alta velocidad en España. En primer lugar, ha supuesto un aumento del número de viajeros, lo que implica más empleo y actividad económica. La expansión del mercado trae consigo, además, un mayor número de frecuencias y una oferta mas diferenciada de servicios ferroviarios. Y también un descenso muy significativo de los precios, haciendo el servicio más accesible a los consumidores con menos recursos.

En términos medioambientales, el ferrocarril ha ganado una cuota de mercado significativa al transporte aéreo, que es mucho más contaminante, puesto que las emisiones de CO2 por pasajero en un vuelo Madrid-Barcelona son casi diez veces más altas que en un trayecto de tren de alta velocidad. Como colofón, el mayor uso del tren ha permitido aumentar la recaudación por cánones de Adif y, con ello, contribuir a amortizar las enormes inversiones realizadas en infraestructuras ferroviarias.

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