La Verdad fue Revelada, luego desvelada y más tarde cuestión de perspectiva («no hay hechos sino interpretaciones»). Y ahora la verdad muta de nuevo, a «una verdad sentida».

Texto: Alicia Arce
Psicóloga clínica •

Alicia Arce, psicóloga clínica
Alicia Arce

El juramento es, según Aristóteles, lo más antiguo y venerable y no menos antiguo que los dioses. El juramento, que precede en el tiempo a la religión y al derecho, no solo atañe a lo poco fiables que somos los humanos sino también a la insuficiencia del lenguaje. Atañe a la insuficiencia del lenguaje para aprehender el mundo, para ajustar significante y significado, así como para ajustar lo dicho con lo que queremos decir y en ultimo término a la dificultad inherente al hecho de que el ser humano es fundamentalmente un ser de lenguaje, un ser hablante. Tal como el Génesis de la Biblia Hebrea nos aclara ya desde el principio: Lengua, pensamiento y acto sólo coincidirían por completo en Dios. Jurando, el ser humano aspira a que su lenguaje sea como el lenguaje de Dios: lo que se dice, es. Cabe preguntarse qué está pasando cuando el presidente de EEUU al jurar su cargo hace mención expresa a la verdad y a las mentiras; cuando entre las amenazas que acucian a EEUU sitúa en segundo lugar tras el ataque a la democracia, el ataque a la verdad; cuando menciona la verdad entre los objetos que aman los estadounidenses y recuerda que todos ellos y especialmente sus líderes tienen el deber y la responsabilidad de defender la verdad y derrotar las mentiras. No menos llama la atención que nombra la verdad en singular y las mentiras en plural. Pero lo que tal vez resulte más preocupante es que finalizando ya su discurso y reiterando su juramento sagrado, ante Dios y los estadounidenses, repite de nuevo que da su palabra; ¡pero aún hay más!, añade que siempre será sincero.

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