Jorge da Silva, auditor ejecutivo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)

“En muchas empresas, la auditoría es todavía muy reactiva; a menudo es la última en enterarse de que está pasando”

“El mira hacia atrás y dime qué ves no añade valor. Y comprendimos que, o los auditores cambiaban o caían en la irrelevancia así que empezamos a repensar nuestras prácticas y a hacer ajustes. Y nos hemos reinventado. Por ejemplo, en los dos últimos años, cuando presentamos el plan de auditoría anual al directorio del banco comenzamos discutiendo riesgos, riesgos a nivel mundial, sobre la base del análisis del World Economic Forum”

Si hay algún tipo de organización en el que, a priori, la tarea de auditor interno suene como a un desafío para la estabilidad psicológica de una persona, es un banco de desarrollo. El Grupo Banco Interamericano de Desarrollo (BID) no es una excepción. Lo forman 48 países, tiene cuatro idiomas oficiales, y es el mayor concesionario de ayuda al desarrollo de la región. Su cartera de préstamos anuales rondaba los 15.000 millones de dólares (más de 12.000 millones de euros), antes del estallido del Covid-19, que ha disparado la actividad de la institución debido a los estragos de la pandemia en América Latina y el Caribe. Las actividades del BID, además, son tremendamente amplias, ya que abarcan desde la lucha contra la pobreza hasta políticas de género, la colaboración con el sector privado, o la lucha contra el cambio climático. El canadiense-brasileño Jorge da Silva lleva ocho años en el cargo de Auditor Ejecutivo del BID, donde dirige una unidad de treinta personas que se dedican a la auditoría interna. Y, a pesar de los colosales retos que comporta auditar una organización de esas características, en su caso no solo no ha perdido estabilidad psicológica, sino que ha sido capaz de mover la auditoria interna desde un modelo que él define como “relativamente reducido”, que se limitaba a “buscar errores e identificar lagunas en los controles” a algo mucho más amplio, consistente en proveer información al Directorio (el máximo órgano del BID, en el que están representados los países miembro) para que éste pueda tomar decisiones con los datos más precisos.

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