“Para cuadrar las cuentas públicas no se podrá incurrir en tantos dispendios como algunos prometen, ni reducir sensiblemente los impuestos como otros proponen”.

JP Marín Arrese, economista
JP Marín Arrese

La economía, como expresión sumaria de la realidad, suele mostrarse en extremo terca y tozuda. Ni valen las recetas milagreras ni los atajos, menos las ocurrencias, para afrontar los retos que plantea. Por desgracia, en la pugna electoral sin cuartel ni concesiones que se avecina, asistiremos a una confrontación de trazo grueso carente de un debate mínimamente coherente en este terreno. Predicar una cultura del esfuerzo para asegurar superiores niveles de competitividad y eficiencia, única vía de elevar los niveles de vida y asentar la prosperidad colectiva, o insistir en la imperiosa necesidad de equilibrar las cuentas públicas antes de que los mercados nos fuercen a ello, son mensajes que no llenan las urnas. Brinda más réditos prometer la sopa boba u organizar tómbolas con universal reparto de boletos premiados, siempre que no reste credibilidad tanta dádiva gratuita. Seremos testigos de un diálogo de sordos entre unos vendiendo logros al por mayor y otros negando a los primeros el pan y la sal.

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