Desde 2008, con casi 300.000 empleados y 45.000 oficinas, la planta bancaria en España se ha reducido a la mitad, en un proceso que está lejos de ser suficiente y de haber acabado.

Puede sobrevivir el sistema bancario a la competencia, la digitalización y las regulaciones? No es probable; demasiados obstáculos simultáneos a los que hacer frente. Pero quizá sí, logre transformarse y sobrevivir; de momento lo intenta con acierto muy relativo. Esta misma pregunta se la hacía Schumpeter hace ochenta años respecto al sistema capitalista en competencia con el socialismo real. Y la respuesta era parecida, más escéptica quizá. El economista austríaco, con muchos avatares aprendidos, dudaba y tras advertir que pronosticar es muy arriesgado, apuntaba a la resistencia y capacidad de adaptación del capitalismo como hipótesis de supervivencia. Los hechos acreditan que el capitalismo se transformó y el socialismo real se derrumbó con estrépito. El sistema bancario conocido hoy (banco, cajas y equivalentes) ha disfrutado de décadas de desarrollo, crecimiento e influencia; pero desde hace unos años se bate en retirada frente a otras formas de financiación novedosas, segmentadas, adaptadas, eficientes, menos costosas, más flexibles y menos reguladas. Desde hace años el sistema bancario tradicional, regulado, poderoso, orgulloso, bien retribuido, criticado… trata de sobrevivir ajustando sus costes e innovando sus procedimientos. No es suficiente, no crece, ha reducido su rentabilidad y empieza a ser visto como una vieja maquinaria que estará averiada y en la cuneta.

Por referirnos al caso español, que no es muy distinto a otros. Al final del pasado siglo pasaba por ser una de las bancas comerciales más exitosas y eficientes, tanto en el sector bancario como el de las cajas de ahorro que tenían sus propias peculiaridades y que fracasó cuando renunció a su vocación y naturaleza para parecerse a los bancos.