“Las decisiones se concentran en La Moncloa. Y la oportunidad de los fondos europeos exige un despliegue de inteligencia que hasta ahora no se ha percibido”

Fernando G. Urbaneja
F. González Urbaneja

Sepultados en la mayor crisis que nunca conocimos, ni imaginamos, las escaleras de salida se llaman: vacunas para acabar con la pandemia y los confinamientos y el programa “Next Generation EU” (NGEU) que proporcionará a los socios necesitados, con España a la cabeza, recursos suficientes para acelerar la salida de la recesión y abordar inversiones que actualicen el modelo productivo, centradas en las revoluciones digital y verde para hacer frente al cambio climático y al avance de productividad que exigen las nuevas tecnologías. Los objetivos están claros y los recursos disponibles, aunque la entrega de los fondos está condicionada a cumplir determinados requisitos.

España está recibiendo las vacunas suficientes (y eficientes) para poner fin a la pandemia, aunque el arranque de la vacunación ha sido irritante y decepcionante. Además recibirá este año las primeras entregas de los fondos del NGEU que deben contribuir a cebar la bomba de la reactivación económica.

Bruselas analizará las propuestas de inversión de los socios antes de librar los recursos que deberían empezar a llegar este mismo año. Más de 10.000 millones de euros pueden aterrizar pronto en España, como primera parte de los 27.000 que el Gobierno tiene anotados en sus expectativas. Unos recursos críticos para invertir en mejoras del sistema productivo.

La clave ahora radica en identificar esos proyectos y ponerlos en marcha. La experiencia anterior dice que el desempeño de España en la gestión de los fondos europeos fue regular, especialmente durante la última década. Lo dispuesto y ejecutado no ha llegado ni a la mitad de lo disponible (el 34% en el anterior presupuesto europeo, 2014-20). De manera que la evaluación de los proyectos será exigente por razones obvias.

El (no) debate sobre el decreto de gestión de los fondos europeos tampoco aporta credibilidad a los planes del gobierno. No hay asuntos más críticos para los españoles que las vacunas y las inversiones para la recuperación, pero no es eso lo que aparentan los portavoces parlamentarios incapaces de superar la confrontación partidista.

Una economía como la española que durante estos años de crisis ha sufrido serios retrocesos en la Formación bruta de capital (20% de caída en los dos trimestre centrales y -6% el último trimestre) tiene que protagonizar ahora una extraordinaria rectificación para poner en marcha inversiones que permitan recuperar el tiempo perdido a lo largo de esta última década que ha sufrido pérdida de convergencia con los competidores.

El gobierno ha pergeñado un Plan de recuperación… con mucha literatura tópica pero con pocas concreciones. Las decisiones se concentran en el equipo de la Moncloa, interlocutor de los potenciales inversores, y se echan en falta procedimientos de evaluación, una asignatura ésta que está entre las pendientes de la administración española desde siempre.

Dudas sobre la evaluación y también sobre los objetivos a medio y largo plazo, incluido el programa de consolidación fiscal para digerir los problemas que traerán los espectaculares aumentos del déficit y de la deuda pública acumulados durante estos años.

Invertir requiere maña y arte; incluso algo de suerte. Los gobiernos españoles de los últimos años no han acreditado ni maña, ni arte, ni suerte en este sentido; son demasiados los proyectos fallidos o innecesarios o irrelevantes. Ni en aspectos sociales (viviendas sociales, educación y sanidad públicas…), ni en infraestructuras, ni en capital público que contribuya a la productividad, incluida la investigación… podemos presumir de buenos resultados. Y con esas credenciales la oportunidad del NGEU exige un despliegue de inteligencia que hasta ahora no se ha percibido.♦