En Alemania, 2016 fue “año de África”. Actos y exposiciones documentaron el expansionismo del II Reich en África y el Pacífico, buscando situarse entre las potencias coloniales. Desenterraban así una historia “ignorada durante mucho tiempo”, según Ulrike Kretzschmar, directora del Museo Histórico de Berlín. Memorial de infamias que inspiró el “Pacto con África”, ideado por Merkel durante su presidencia del G20 en 2017. Inaugurado en noviembre pasado, la canciller propuso consolidar el desarrollo del continente, “clave para enfrentar los desafíos globales”, alentando la inversión privada como complemento de la cooperación oficial: sólo una de cada mil sociedades germanas en el exterior opera al sur del Sáhara, por un monto de €2.000 mn en 2018.
Sin pisar África entre 2012 y 2015, Merkel visitó diez países desde 2016. Acucia la inmigración y su cotidiano flujo de refugiados. Criticada en su tierra, África recibe complacida a la canciller por su generosa política de asilo, las aportaciones financieras que acompañan su estrategia de contención y la conocida presión sobre sus homólogos comunitarios para modificar la percepción sobre la región. Pero su apuesta exhumó conflictos inesperados: Namibia demandó a Alemania en 2017 por el primer genocidio del siglo XX: el exterminio de unos 100.000 hombres, mujeres y niños de los pueblos herero y nama, confinados en el desierto de Kalahari y campos de concentración tras la rebelión anticolonial de 1904-1908. Tanzania exige asimismo disculpas y reparación por la brutal represión de las revueltas de 1905-1907 y demás atrocidades. “Otros países son indemnizados por crímenes de guerra, ¿por qué no nosotros?”, aduce el diputado Cosato Chumi.
Berlín elude pagar. Reconoce el ‘genocidio’ y busca acordar con Windhoek modalidades honrosas de disculpa formal, pero -dice Ruprecht Polenz, su negociador- ‘genocidio’ no implica obligación de reparaciones económicas, sólo desagravio político y moral. En Dodoma (Tanzania), Heiko Maas, ministro de Exteriores, propuso “formas de apoyo mutuo” diferentes a ‘indemnización’. Ante el recelo de otros antiguos imperios y el necesario cambio de paradigma en las relaciones euro-africanas, Merkel duda si abrir la caja de Pandora.♦