Semanas atrás, quizás con 90 años, fallecía Aruká, último varón del pueblo juma (Amazonia profunda), de insuficiencia respiratoria agravada por coronavirus. Testigo del frustrado exterminio de su etnia mediado el S. XX, cuando sicarios del consorcio del caucho asaltaron su hábitat, “cazando como monos” a 60 paisanos, tras orquestar infundios sobre su “perversa y feroz antropofagia”, anota el Instituto Socioambiental brasileño. Medios locales destacan su muerte como “pérdida devastadora” de una cultura integrada por unos 15.000 miembros tres siglos atrás. Aruká era su postrera memoria de saberes ancestrales; “su vida simboliza la denodada lucha de los juma”, subrayan antropólogos e indigenistas. La pandemia asola poblaciones indígenas, diseminadas en asentamientos recónditos por territorios extensos, aniquilando comunidades diezmadas desde la época colonial, esenciales para conservar el pulmón del planeta.
Nada nuevo: desaparecen dos culturas cada mes. El Atlas Lenguas Mundiales en Peligro (UNESCO) pronostica inminentes pérdidas de casi la mitad de las cerca de 7.000 lenguas vivas. En zonas periféricas y en Rusia, India, México y algunos Estados norteamericanos. ¿Cómo unas lenguas prosperan y otras declinan hasta fenecer? Naciones Unidas lo atribuye “en parte” al racismo, al ser más vulnerables las indígenas. El 78 % del género humano se expresa en 85 idiomas, mientras 3.500 sólo tienen 8,25 millones de hablantes. En era de globalización y homogeneización, mandarín, inglés, español, ruso y árabe dominan comunicaciones y negocios, llegando a cualquier rincón, mientras gran parte de los 1.907 “dialectos” apenas alcanzan 10.000 individuos. En aldeas ignotas marginan el habla propia e instan al aprendizaje de lenguas “cultas”, garantía de éxito. Educación monolingüe y enfoque inapropiado del desarrollo cultural amenazan el pluralismo.
Diversidad lingüística tan necesaria como la biodiversidad: determina la cosmovisión, su reducción priva de valiosos conocimientos; Abandonando su lengua, la sociedad quiebra la transferencia intergeneracional de saberes útiles. La esperanza es, anotan los expertos, el repunte de ciertos idiomas transfronterizos: maorí (Nueva Zelanda e Islas Cook); sami (Europa septentrional); kiswahili (África centro-oriental) y quechua (antiguo imperio inca, del Caribe al Cono sur).♦