“Ni FED ni BCE encuentran apoyo en las políticas presupuestarias de sus zonas cuando los gobiernos lanzan programas de gasto para tratar de aliviar el impacto de la inflación”

JP Marín Arrese, economista
JP Marín Arrese

Es lo que pronostican para los próximos meses todos los analistas, las instituciones económicas y los bancos centrales. También los gobiernos aunque, como es su obligación, se inclinen por enfatizar cualquier síntoma esperanzador por liviano que sea, percibiendo siempre la botella medio llena. El nuestro no constituye una excepción al interpretar como signo de moderación el último registro de los precios, o presumir de ritmos de crecimiento y creación de empleo superiores a la mayoría de los países de nuestro entorno. Pero, por mucho voluntarismo con que se observe el futuro inmediato, parece innegable que el horizonte dibuja un escenario de inflación enquistada y una marcada desaceleración, con su inevitable corolario sobre el empleo. Las previsiones valen lo que valen y más ahora que se formulan rodeadas de tan acusado grado de incertidumbre. Nadie alcanza a presagiar con mínima certeza si la crisis en curso se saldará al final con un desajuste temporal o, por contra, nos esperan tiempos convulsos de verdad. Un factor que deprime la confianza de los agentes económicos, eleva la volatilidad y dificulta determinar qué policy-mix resulta más adecuada para salir del atolladero.

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