
Tras la gran crisis financiera, los reguladores forzaron a los bancos a aumentar sustancialmente sus fondos propios y reducir sus niveles de apalancamiento. Eso merma su rentabilidad, pero los bancos han encontrado la forma de aliviar el problema con el plácet de los supervisores: la transmisión significativa de riesgos (Significant Risk Transfer, SRT) con fondos de titulización sintéticos. Si el capital regulatorio se fija en función de los activos ponderados por riesgo que se mantienen en balance, bastará reducir el riesgo, transfiriéndolo a un tercero -al menos parcialmente- para que mejore la ratio de capital. A diferencia de lo que ocurría antes de la gran crisis financiera, ahora los créditos se mantienen en balance, lo que permite a las entidades aumentar su tamaño sin tener que aumentar el capital. Y catapultar su rentabilidad. Al menos sobre el papel, se ha logrado la cuadratura del círculo.
FUE CITIBANK EL QUE ORGANIZÓ en Europa la primera “Significant Risk Transfer (SRT), en 2007. Aunque no fue hasta julio de 2014 cuando la Autoridad Bancaria Europea publicó su “Directriz sobre la transferencia significativa del riesgo de crédito”, un primer intento de poner orden en un mercado que por aquel entonces contaba con poco más de 20 operaciones al año.
Riesgo de tipos, riesgo de divisa… y, sobre todo, riesgo de impago, son el catón del negocio bancario. Y es la evaluación de todos esos riesgos en el balance de una entidad la que determina el nivel de capital regulatorio que el supervisor impondrá a cada banco. Un bono triple AAA del estado donde tiene su sede la entidad es, en teoría, un activo sin riesgo que no requiere dotación de capital. Pero un préstamo concedido en 2021 a Euribor+5% a una hotelera que intentaba capear el temporal del covid es, claro, un riesgo que sí consume capital.

