Texto: Bert Flossbach (cofundador de Flossbach von Storch) •
“El riesgo real está en el largo plazo. Los países muy endeudados dependen de una inflación positiva y tipos reales bajos, o negativos, para evitar que el peso de la deuda sea insostenible”.

El 9 de septiembre de 2025, a las 8:54 de la mañana, la historia dio un vuelco en los mercados de deuda europeos. Por primera vez desde el nacimiento del euro en 1999, los bonos del Estado francés a diez años ofrecían una rentabilidad superior a la de sus equivalentes italianos. Francia, el corazón de la eurozona, pasaba a pagar más que una antigua periferia que durante años simbolizó la fragilidad del proyecto europeo. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La respuesta no reside en un único episodio, sino en una sucesión de errores y bloqueos políticos. El ya dimitido primer ministro François Bayrou intentó, al menos, imponer un programa de austeridad para sanear las cuentas públicas antes de sellar su destino político con una moción de censura. Su sucesor, Sébastien Lecornu, tras dimitir y ser renombrado primer ministro, superó dos votaciones de la cámara gracias a su promesa de suspender la reforma de las pensiones. Así, podrá ahora ponerse manos a la obra con una complicada negociación parlamentaria para intentar sacar adelante, antes de finales de año, los presupuestos para 2026. Aun así, Francia sigue así sin un rumbo fiscal claro, con una deuda que alcanzará este año el 116 % del PIB, y que el Fondo Monetario Internacional prevé que suba hasta el 128 % en los próximos cinco años.

