“Solo el progresivo deterioro de las rentas disponibles y su traslación a una menor demanda acabarán por diluir el fenómeno, a costa de un relativo estancamiento”.

JP Marín Arrese, economista
JP Marín Arrese

La inestabilidad que genera la inflación trastoca las economías e implica el más oneroso gravamen para la sociedad en su conjunto. Especialmente para esa mayoría incapaz de recuperar la pérdida de poder adquisitivo que comporta. Combatirla se erige en prioridad absoluta. No todo vale, sin embargo. La peregrina ocurrencia de congelar los precios de una cesta básica de productos, al margen de resultar irrealizable en la práctica, se traduciría en fenómenos de acaparamiento, mercado negro y carestía. Una vuelta a los oscuros tiempos de las cartillas de racionamiento y miseria. Yolanda Díaz, en su imparable carrera hacia la más descarnada demagogia, despacha así el problema sin reparar que, topando el precio de los tomates por vía de ejemplo, desaparecerían todas las variedades salvo la de más ínfima calidad. La consiguiente ruina para los agricultores parece no importarle. No le bastó con el patinazo de promover la campaña publicitaria de una conocida cadena de supermercados para, al pronto, renegar reclamando la inclusión en esa oferta de carne y pescado fresco, más productos para celíacos. Para bien del país, contamos con un ministro de la cabeza a los pies en la persona de Luis Planas, el único con arrestos suficientes para frenar en su negociado los sucesivos dislates de sus colegas morados..

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