Texto: Alfredo Gómez Álvarez (Responsable de Derecho de la Competencia en KPMG Abogados) •

“Como apunta el Informe Draghi, la simple creación de estos campeones industriales no puede convertirse en un fin en si mismo; pero mantener el status quo tampoco es viable”.

Alfredo Gómez
Alfredo Gómez

La Unión Europea (UE) se encuentra inmersa en plena encrucijada sobre su futuro. Otra vez más, como viene ocurriendo de forma cíclica desde su fundación. Pero esta vez sí que parece definitiva. Es manifiesta la sensación generalizada de desencanto existente respecto del proyecto de integración europea. En el plano económico, la UE era históricamente vista como una aliada de las empresas, por su audaz contribución para abrir los distintos mercados nacionales y reducir las barreras de entrada. Ahora es percibida más bien como un actor con cierta tendencia a la hiperregulación (aproximadamente 13.000 normas aprobadas en 2019-24), cuyo intervencionismo en ocasiones incluso dificultaría la labor empresarial. Si cada época genera sus propios símbolos, los nuevos tapones pegados a las botellas de plástico, fruto de la obligatoriedad impuesta por la legislación comunitaria, podrían ser, en forma de caricatura, el de estos tiempos. El famoso Informe Draghi (IX/2024) ha supuesto un aldabonazo en la conciencia de las élites europeas al corroborar que semejante sentimiento se funda en sólidas razones. De tal manera que, para revertir nuestro declive económico frente al resto de potencias globales, dicho informe propone

Para acceder a este contenido, necesita una suscripción a la Revista Consejeros, vea los “PLANES DE SUSCRIPCIÓN”.
Si ya dispone de una suscripción debe “INICIAR SESIÓN”.