Texto: Iratxe Las Hayas (Managing partner en Smart Jidoka. Autora de “Alto impacto. Consejos de Administración que transforman la empresa con éxito”) •
“En la sala del consejo impera el consenso, un consenso que muchas veces no es acuerdo, sino simple silencio. La mirada crítica, si existe, se reserva para el café”

Los consejos no son espacios neutros. Aunque están diseñados como órganos colegiados para representar el interés social, equilibrar poderes y tomar decisiones dentro de un marco legal bien definido, en la práctica se convierten en escenarios cargados de dinámicas invisibles. Influencias, lealtades, egos, silencios y miedos conviven en esos espacios cerrados. Esta dimensión informal, frecuentemente ignorada, es a menudo la que decide el rumbo de una empresa. Las recientes tensiones vividas en relevantes compañías cotizadas no solo revelan disputas accionariales, sino también una realidad más profunda: el consejo puede dejar de ser un espacio deliberativo para convertirse en un tablero de poder. Y cuando eso ocurre, ya no es tan evidente quién manda en la sala. Pese a los esfuerzos por construir consejos diversos –con perfiles profesionales, generaciones y trayectorias variadas–, esa pluralidad muchas veces se diluye. La diversidad nominal no garantiza una diversidad real de pensamiento. En la práctica, la voz sigue estando en manos de unos pocos. Estudios internacionales revelan que, en promedio, el 30 % de los miembros concentra hasta el 70 % del tiempo de intervención. Este patrón, resistente a los cambios de composición, refleja dinámicas sistémicas más que individuales. A menudo se incorpora diversidad para mejorar la imagen sin alterar las reglas del juego: se elige a quienes, aun siendo distintos, no incomodarán demasiado. Porque no todas las voces pesan lo mismo.