Ya glosamos recientes iniciativas españolas y Comunitarias para contener el germen racista y xenófobo que impregna de nuevo ciertas mentes occidentales, y condiciona políticas internas y relaciones exteriores. Ideas consideradas obsoletas, caídas en desuso al reafirmar la humanidad de cuanto ser racional camina sobre la Tierra y el respeto de sus culturas específicas. Hoy surgen dudas sobre la sinceridad y eficacia en combatirlas: ¿meras proclamas cosméticas para consumo interno? “Obras son amores y no buenas razones”.

¿Cómo calmar el estupor y contener el desánimo si, tras la retórica sobre igualdad, el pasado 31 de diciembre el Gobierno de España se abstuvo al votar el “Llamamiento mundial” de Naciones Unidas para intensificar la lucha contra prejuicios e intolerancias? Lo advirtió Desmond Tutu -arzobispo anglicano de Johannesburgo, premio Nobel de la Paz 1984- en aquel tiempo álgido de luchas anti-apartheid: “si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”. Respaldaron la resolución 124 Estados; entre los contrarios, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia y Portugal. Que democracias emblemáticas se opusieran o mirasen para otro lado indica el rumbo marcado por los actuales gobernantes -sin distinción de ideologías- y el mensaje y herencia que legan a la nueva generación.

Otras lacras sociales retroceden por reconocer su existencia, educar y promulgar normas coercitivas. Abstenerse en cuestiones éticas denota hipocresía y evidencia proclividad a legitimar la impunidad. La discriminación trasciende el ámbito individual y se incrusta en las instituciones; millones de inmigrantes la sufren a diario. ¿Vale indignarse ante la violencia norteamericana -recurrente con Donald Trump- y ocultar la del propio país, desoyendo el clamor mayoritario para erradicarla? El autocomplaciente “aquí no hay racismo” minimiza informes como “Crisis sanitaria COVID-19: racismo y xenofobia durante el estado de alarma”, suscrito por Equipo de Afrodescendientes y Rights International, remitido a la ONU en junio pasado, donde anotan más de 70 incidentes y prácticas institucionales racistas en España entre marzo y mayo de 2020. Existen numerosos documentos similares. Ignoran recientes dictámenes del Organismo mundial: Estados Unidos y España encabezan la vulneración de derechos de su gente “de color”. En diciembre, Madrid se abstuvo asimismo de condenar la apología del nazismo.♦