La barra libre normativa de que han disfrutado las grandes tecnológicas norteamericanas concluyó un día antes del asalto al Capitolio, con el control demócrata del Senado logrado en Georgia el 5 de enero.
Donald Trump ha batido en 11 meses dos récords. Uno, ser el primer presidente de EEUU que sufre un impeachment en su primer mandato. Y dos, ser el primer presidente de EEUU que sufre dos impeachment. Y ambos, presumiblemente, con éxito. Hay que recordar que el impeachment no es más que una moción de no confianza de la Cámara de Representantes. Sus consecuencias reales son nulas.
——Después, eso sí, llega el llamado ‘juicio político’, en el Senado, que puede concluir con su destitución. Pero eso no sucederá. No pasó el 5 de febrero de 2020 porque los senadores republicanos votaron ‘no’ a la destitución del presidente. Y no pasará en 2021 porque, cuando el juicio político empiece, Trump ya no estará en la Casa Blanca. Eso no impedirá que se le someta al ‘juicio político’. Y que, de nuevo, los senadores republicanos lo impidan. En el caso de que la iniciativa prosperara, el único impacto para Trump sería la inhabilitación para ejercer cargos públicos a nivel federal. Eso significa que no podría volver a presentarse a la Casa Blanca en 2024. Sin embargo, sí podríamos ver un gobernador Trump de Florida, el estado al que se va a mudar y en el que mantiene una considerable popularidad.
——La caída en desgracia política de Trump después del saqueo del Capitolio por sus seguidores es considerable. Pero aún lo es más la desgracia mediática. La pérdida de las redes sociales Twitter, Facebook e Instagram no es solo un golpe para Trump. También lo es para sus seguidores. Esas plataformas han eliminado miles de cuentas, muchas de ellas de seguidores de la conspiración “QAnon”, que sostiene que Trump lidera en solitario una guerra contra una red de pederastas que controla el mundo con miembros como Hillary Clinton, Ángela Merkel (dicen es la nieta de Hitler) y hasta el Papa (por los casos de pederastia de la Iglesia católica).
Responsabilidad corporativa y algo más
QAnon –una mezcla de ‘Q’, que es el nivel más restringido de acceso a secretos del Departamento de Energía, y ‘Anon’, que es la versión corta de ‘anónimo’– puede sonar a chiste de cuatro colgados, pero no lo es. ‘Praying Medic’, uno de los seguidores de la teoría, tenía medio millón de seguidores en Twitter antes de que la empresa le cerrara la cuenta. ‘The Storm Is Upon Us’ (‘La tormenta está sobre nosotros’), contaba con más de 100.000, a los que dirigía periódicamente mensajes reclamando “volver a los linchamientos como única forma de justicia”. El propio Trump había retuiteado mensajes de los seguidores de QAnon y, cuando le pidieron su opinión al respecto durante la campaña electoral, dijo “todo lo que sé, es que es gente que ama a Estados Unidos y está en contra de la pederastia”.
“¿Por qué los Mercer, judíos, financian una empresa como Parler, sin modelo de negocio y con cuentas como “Asesino de Kikes” (forma despectiva de decir judíos)?”
El cierre de esas redes sociales a Donald Trump y a sus seguidores ha ido más lejos. Amazon ha retirado sus servicios como proveedor de ‘hosting’ a la app de Parler, la nueva red de la ultraderecha estadounidense, y tanto Apple como Google la han retirado de sus tiendas online. Ir contra Parler no es poca cosa. Es, en cierto sentido, Silicon Valley contra un segmento marginal, pero influyente, de Wall Street. Porque Parler, al igual que la web Breitbart, son de la familia Mercer, que ha hecho su fortuna en el hedge fund ‘Rennaisance Technologies’, el fundador del trading algorítmico. Los motivos por los que los Mercer –que son judíos– han creado y financiado una empresa como Parler, que no tiene modelo de negocio, y en la que hay cuentas como “Asesino de Kikes” (“Kikes” es una manera insultante de decir “judíos”) entran, probablemente, en el terreno de la psiquiatría.
——Los Mercer no son representativos de Wall Street. Pero Apple, Google, Amazon, y Facebook (y en menor medida, Twitter), sí lo son de Silicon Valley. Su decisión de expurgar a Trump y a Parler no es solo una cuestión de responsabilidad corporativa. A fin de cuentas, en noviembre, Facebook se negó a moderar los cometarios en lo que se acusaba de fraude a Joe Biden. La decisión de los gigantes de Internet de declarar al presidente de Estados Unidos ‘persona non grata’ tiene más que ver con algo que pasó el 5 de enero en Georgia que el 6 de enero en Washington.
——Ese 5 de enero, los dos senadores republicanos de Georgia, David Perdue y Kelly Loeffler, perdieron la reelección a manos de los demócratas Jon Ossoff y Raphael Warnock, respectivamente. Con esas elecciones, el Senado de Estados Unidos queda con 50 republicanos, 48 demócratas y 2 independientes que hacen ‘caucus’ (lo que en España vendría a ser, salvando muchas distancias, como si estuviera en el grupo parlamentario) con los demócratas. El empate, en realidad, no es tal. La vicepresidenta, Kamala Harris, tiene voto de calidad en el Senado, para deshacer empates.
——Una mayoría demócrata, aunque por la mínima, es una mala noticia para Silicon Valley. En las últimas cuatro décadas, el Partido Demócrata ha sido mucho más duro que el republicano a la hora de aplicar legislación antimonopolio. La clave está en que los republicanos siempre han creído más en la llamada ‘Doctrina Bork’, del juez Robert Bork. Según esa tesis, una empresa que tenga una posición dominante en un mercado –en la época en la que Bork diseñó esa idea, IBM o AT&T– puede beneficiar a los consumidores, ya que, debido a su tamaño, es capaz de desarrollar economías de escala y de invertir más en I+D, lo que la hace más competitiva. Lo importante, sostienen, es que no haya barreras de entrada en los mercados, o sea, mantener la regulación baja, para que la competencia no se vea disminuida.
——Las virtudes y defectos de la ‘Doctrina Bork’ quedan para los expertos. Sus partidarios recuerdan que IBM perdió ella sola su dominio del mercado de la computación, y que la división de AT&T ordenada por el Gobierno en 1982 ha acabado creando un oligopolio de tres telefónicas… una de ellas, la propia AT&T. Sus detractores, que los monopolios –de iure o de facto– no suelen estimular el crecimiento económico ni la innovación.
“Las plataformas on line no responden de las consecuencias legales que tengan los contenidos que cuelgan sus usuarios ¿Lo imaginan en otros medios?”
El Partido Demócrata siempre ha sido más renuente a aceptar la ‘Doctrina Bork’ que el Republicano. Y, en los últimos años, esa oposición se ha endurecido. Hay, además, una cuestión casi personal: cuando en 1987 Ronald Reagan intentó nombrar a Bork juez del Supremo, la nominación fue torpedeada por un senador llamado Joe Biden. Aunque Biden ha hecho del pragmatismo su bandera en este convulso momento de la Historia de Estados Unidos, cabe pensar que tanto por motivos puramente políticos –agradar al ala izquierda del Partido Demócrata– como por principios ideológicos –esa oposición al control de las grandes empresas– no va a dejar pasar la oportunidad de recortar los cuasimonopolios de los gigantes de Internet.
La Sección 230
La lucha entre Washington y Silicon Valley va a ser dura. Porque, además, corta diferentes secciones del espectro político. En materia social, las tecnológicas –y sus trabajadores– se tienden a alinear con los demócratas. En materia de política económica, sin embargo, tienden más al Partido Republicano. Facebook, por ejemplo, tiene en su consejo a la ex secretaria de Estado con George W. Bush, Condoleezza Rice y a Peter Thiel, cofundador de PayPal, dueño de la empresa de ‘big data’ Palantir y defensor de Trump.
Ha sido Trump quien ha planteado denuncias contra Facebook por abuso de posición dominante. |
Al mismo tiempo, la Casa Blanca de Obama acabó en Silicon Valley. Ahí está, por ejemplo, su ex portavoz, Jay Carney, de director de Comunicación de Amazon, o su ex directora de Planificación Política, Anne Marie Slaughter, de consejera delegada de la New America Foundation, un centro de investigación conocido coloquialmente en Washington como “el think tank de Google”.
——Esa ‘interseccionalidad’ –por usar una palabra de moda– va a definir esta tensión. De hecho, ha sido el Gobierno de Donald Trump quien ha planteado denuncias contra Facebook –la más ‘republicana’ de las grandes empresas de internet, después del fabricante de software Oracle– y Alphabet –la dueña de Google– por abuso de posición dominante. Amazon, debido a su control del comercio minorista ‘online’ y, en menor medida, Apple, por las condiciones que impone en su tienda de apps, podrían ser las siguientes.
——A eso se suma otro factor: la libertad de expresión. Las plataformas online están protegidas de cualquier consecuencia legal que tengan los contenidos que cuelgan en ellas sus usuarios, o los enlaces a los que remitan. Es la Sección 230 de la Ley de Telecomunicaciones, que está en vigor desde 1996. Tan formidable escudo legal (¿se imagina alguien si eso se aplicara a los medios de comunicación normales?) está siendo cuestionado por derecha e izquierda. Trump pidió su derogación, aunque nunca llevó a cabo ninguna iniciativa en ese sentido. Y Biden también. La cuestión es cómo se puede cambiar eso, porque no está claro que el Congreso tenga arrestos suficientes para llevarlo a cabo. En todo caso, si se deroga o modifica la Sección 230, los días de Facebook como estrella de la Bolsa podrían pasar a la Historia, ya que la red social de Mark Zuckerberg es famosa por el descontrol de sus contenidos (lo mismo cabe decir de sus dos otras plataformas, Instagram y WhatsApp).
——Así pues, la decisión de las grandes redes sociales de eliminar a Trump y a sus seguidores más extremistas no es tanto de ideología como de cuenta de resultados y, sobre todo, de regulación. La idea de que la ‘barra libre’ normativa tecnológica se acabó el 5 de enero en Georgia está, a día de hoy, muy arraigada en EEUU. La batalla legal y política de los próximos años entre Washington y Silicon Valley puede ser memorable.♦