
“Para medir la sostenibilidad de las empresas, a los criterios ambientales o sociales debe unirse su exposición a los ‘shocks’ geopolíticos”
TEXTO: Ignacio J. Domíngo •
FOTOGRAFÍA: Jesús Umbría •
“La línea entre lo político y lo económico se ha difuminado: sanciones, bloqueos tecnológicos, aranceles…» de modo que la geopolítica fractura el mercado global y, por ejemplo, «la carrera por la IA, los semiconductores y minerales críticos está generando sistemas paralelos. La fragmentación ya es operativa: estándares, proveedores, plataformas y regulaciones distintas por bloque»
Desde su atalaya, y su pasión por la geopolítica y la geoeconomía, resalta el tiempo convulso en el que se ha adentrado el orden global en los últimos años. “Hay un cambio de paradigma tecnológico hacia la innovación que no solo transforma economías, sino que está reconfigurando el poder geopolítico, la seguridad nacional y pone en juego la hegemonía digital, lo que lleva aparejado nuevos liderazgos, conflictos y coaliciones emergentes”. De los que deriva la conveniencia de que “las empresas se anticipen a riesgos disruptivos que no aparecen en los modelos financieros clásicos”, desde sanciones, quiebras de suministro, colapsos logísticos y en el tráfico mercante, ciberataques o restricciones tecnológicas, entre otros.
Así que “incluir expertos en geopolítica perfecciona la capacidad del consejo para evaluar inversiones, atender el compliance internacional y abordar escenarios extremos”, apunta. Antes de enfatizar la conveniencia de que la seguridad, la capacidad energética y la geopolítica asuman una etapa de “cohabitación pacífica” con los auténticos criterios ESG y las transiciones hacia las emisiones netas cero de CO2.
“Muchas empresas globales han intensificado la contratación de coberturas como el seguro de riesgo político, porque los conflictos afectan cadenas de suministro, energía y precios”
¿Es tan intenso como parece el voltaje geopolítico en el ciclo de negocios post-Covid?
Sí, el voltaje es alto y es estructural. La guerra en Ucrania marcó un punto de inflexión al demostrar que los riesgos geopolíticos pueden materializarse con una velocidad y magnitud capaces de alterar mercados enteros. Los riesgos geopolíticos ya no son un factor exógeno, sino parte activa del ciclo económico. Por llevarlo a la práctica: muchas empresas globales han intensificado la contratación de coberturas como el seguro de riesgo político, en parte porque los conflictos ya no son locales, afectan a cadenas de suministro, energía y precios globales. Sus efectos cada vez se ven más en el conjunto de su economía, los nuevos aranceles y la incertidumbre geoeconómica tienen impactos directos sobre PIB, la inflación y la confianza inversora, incluso sin conflicto armado directo.
¿Se están mezclando la geoeconomía y la geopolítica? ¿Qué daños colaterales plantea esta asociación?
Totalmente. La línea entre lo político y lo económico se ha difuminado: sanciones, bloqueos tecnológicos, aranceles y rupturas logísticas ya forman parte del arsenal estratégico. Esta fusión genera externalidades graves: inflación estructural, encarecimiento energético, tensiones en materias primas y fuga de inversión. Desde Mapfre Economics vemos, y así lo hemos reflejado en los últimos informes, que los riesgos financieros y estratégicos se retroalimentan, un evento geopolítico puede desencadenar crisis comerciales o fiscales. Además, la dualidad política-mercantil debilita la gobernanza global, se sustituyen las reglas multilaterales por acuerdos bilaterales o medidas coercitivas unilaterales.
“EEUU y China actúan como polos de atracción que exigen fórmulas de retroalimentación constante de sus intereses geoestratégicos”
¿Estamos en la antesala de un nuevo orden mundial con la Administración Trump?
Sí. Trump ha desafiado activamente los pilares del orden liberal: libre comercio, multilateralismo y diplomacia normativa. La Casa Blanca ha priorizado un unilateralismo transaccional, con su retirada de acuerdos multilaterales, con aranceles agresivos y presión directa sobre aliados. En la práctica, esto refuerza una nueva Guerra Fría económica. EE.UU. y China actúan como polos de atracción que exigen alineamientos. La Pax Americana basada en el soft power está siendo reemplazada por la coerción económica. Esta política tiene consecuencias; la cooperación entre adversarios de EE.UU. crece ante esta fractura del liderazgo global.
¿Sería un error renunciar a la transición energética?
Absolutamente. El riesgo climático es una de las amenazas geopolíticas más críticas. No avanzar en la transición expone a las economías a volatilidad energética, a vulnerabilidad ante fenómenos extremos y a quedar rezagados en el ámbito industrial. Aplazar los objetivos del Acuerdo de París deteriora no sólo la sostenibilidad ambiental, sino también la competitividad. Las industrias del futuro están vinculadas a energías limpias, movilidad eléctrica y eficiencia digital. En este sentido, estoy de acuerdo con los planes de competitividad de la Unión Europea, que señalan que la descarbonización no es una carga, sino un vector de competitividad estratégica si se gestiona con incentivos e innovación.
“La política industrial, incluida la de Defensa, tiene efectos expansivos sobre la economía y puede generar ‘spillovers’ tecnológicos”
¿Cambio de paradigma: de ESG a Energy, Security and Geopolitics?
Más que un cambio, es una ampliación del marco ESG. Energy, Security y Geopolitics reflejan una nueva agenda de riesgos materiales. Las empresas ya no pueden medir su sostenibilidad solo por criterios ambientales o sociales, sino también por su exposición a shocks geopolíticos, dependencia energética o concentración de proveedores críticos. La política industrial, incluida la defensa, tiene efectos expansivos sobre la economía y puede generar spillovers tecnológicos. En este nuevo entorno, las métricas ESG deben cohabitar con esos factores E-S-G dos -seguridad energética, ciberresiliencia y autonomía estratégica- para mantener su relevancia ante inversores y reguladores.
¿Debe haber expertos geopolíticos en los consejos de administración?
Lo que debemos tener claro es que el contexto actual exige integrar la inteligencia geoestratégica en la gobernanza corporativa. Las empresas deben anticipar disrupciones que no aparecen en los modelos financieros clásicos: sanciones, quiebras de suministro, ciberataques, restricciones tecnológicas. Incluir expertos en geopolítica mejora la capacidad del consejo para evaluar inversiones, compliance internacional y escenarios extremos. Esta visión ya cala entre inversores institucionales, que exigen no sólo independencia formal, sino conocimientos estratégicos.

Entremos, si le parece, en la valoración de algunas amenazas geopolíticas: ¿Decoupling de la globalización y bloques EE.UU.–China?
Hay un riesgo real de que esto ocurra. La guerra de aranceles, más allá de los vaivenes, es un contexto que acelera un “decoupling” entre cadenas de valor lideradas por EE.UU. y China, con efectos globales en precios, inversión y producción. La geopolítica fractura el mercado global.
¿Riesgo de quebranto tecnológico?
La carrera por la IA, semiconductores y minerales críticos está generando sistemas paralelos. Y, como ya hemos alertado desde Mapfre Economics, hay una brecha de inversión europea en estas tecnologías. La fragmentación ya es operativa: estándares, proveedores, plataformas y regulaciones distintas por bloque.
“El contexto actual exige integrar inteligencia geoestratégica y gobernanza corporativa”
¿Cada revolución industrial redefine el orden mundial?
Sí, y la historia lo confirma. La revolución tecnológica actual no solo transforma economías: reconfigura poder geopolítico, seguridad nacional y hegemonía digital. Este cambio, junto a otros factores, llevará consigo nuevos liderazgos, conflictos y coaliciones emergentes.
¿Qué debe hacer Europa? ¿Seguir a Draghi y Letta?
Europa debe actuar con urgencia para preservar su autonomía estratégica. La fragmentación de sus mercados (energía, capitales, digital) debilita su capacidad de respuesta frente a shocks externos. Las propuestas de Draghi y Letta —unión energética, de capitales y de servicios— son esenciales para un mercado profundo y resiliente. Además, Europa debe avanzar en políticas de friendshoring para evitar dependencia de actores hostiles, y fortalecer sus reservas estratégicas en sectores críticos. Como propone el Competitiveness Compass, debemos armonizar regulación, incentivar la inversión en innovación y desarrollar un verdadero mercado de startups y scale-ups. Las alianzas comerciales con países afines deben ir acompañadas de mecanismos comunes de defensa comercial, logística y tecnológica. Además, Europa debe abrazar el principio de “seguridad económica”, desarrollando capacidades propias en defensa, energía, IA, y tecnología verde. Esto exige inversiones comunes, liderazgo político y una visión industrial a largo plazo. Solo así podrá competir de tú a tú con EE.UU. y China.
Perfil del experto
Gonzalo de Cadenas Santiago es licenciado en Análisis Económico por la UCM y Doctor en Finanzas Cuantitativas. Postgrado en la Universidad Humboldt de Berlín / Universidad de Zurich (beca «la Caixa»). Actualmente es subdirector general de Mapfre Economics y director de Análisis Macroeconómico y Financiero en la aseguradora española. Anteriormente fue senior policy advisor en el Instituto de Investigación Económica Alemán (DIW), trabajó en el Servicio de Estudios Económicos del Banco Santander y fue economista principal de BBVA Research.
“Soy analista de políticas, investigador cuantitativo y emprendedor entusiasta. Mis áreas de interés son la innovación y el crecimiento, así como la complejidad y el riesgo. Busco comprender cómo se interrelacionan mediante la macroeconomía, la geopolítica y el análisis financiero”. ◊