Alemania

Han caído los pilares que sostenían el bienestar alemán: la energía barata procedente de Rusia, las exportaciones a China -convertida ahora en feroz competidor- y a los EEUU, cuyo apoyo en defensa era fundamental… y su economía sigue estancada. Merz (CDU) y el gobierno que salga de las elecciones de febrero deberán devolver la confianza al país.

LA ESPECIAL (¿IRRACIONAL?) relación con el dinero divide a la sociedad alemana. Con un Gobierno con los días contados tras el colapso de la coalición en torno al socialdemócrata Olaf Scholz, Alemania se dirige hacia un 2025 marcado por la crisis política, económica, y emocional/depresiva. El desánimo colectivo es un factor que no se puede ignorar en el análisis de la policrisis actual y no está claro que un eventual nuevo Gobierno en torno al candidato democristiano Friedrich Merz, que lidera las encuestas, pueda recuperar pronto la confianza del país en sí mismo. Las elecciones se celebrarán el 23 de febrero; pero, según todos los pronósticos, habrá de nuevo un Gabinete de coalición que deberá gobernar basándose en el acuerdo y el compromiso (precisamente la razón por la que ha fracasado el tripartito actual). Entre tanto, Alemania, ahogada entre “los dos gorilas de la geopolítica global“ (como los analistas alemanes se refieren a China y EE.UU.), necesita una nueva agenda para arremangarse (en parte, Alemania es una sociedad saciada) y encontrar un modelo de negocio que le permita mantener su bienestar.

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