“Un plan de inversiones planificado desde Bruselas, como pide Draghi, puede acabar como las medidas para afrontar el parón de la pandemia, sin generar apenas tejido productivo”

Preocupa el creciente desapego de la ciudadanía europea por el proyecto común, evidenciado por el auge de los postulados ultranacionalistas que cuestionan su fundamento de unión solidaria. También, la emergencia de una izquierda radicalizada que reniega de los valores con que se construyó la casa común. Constituyen movimientos todavía minoritarios pero con tendencia a cobrar, comicio tras comicio, una presencia más determinante. La causa última de este cuestionamiento radica en la incapacidad de la economía europea para generar confianza y un mínimo grado de satisfacción social. Las sucesivas crisis la han dejado malparada, agudizando el sentimiento de una mengua en los niveles de bienestar. Pero, no todo puede achacarse a los shocks externos padecidos. La industria se ha deslocalizado presionada por el exceso de regulación y una sensible pérdida de competitividad. Las sucesivas agendas pergeñadas para impulsar la innovación y los sectores de futuro han cosechado magros resultados.