Vista sin pasión, asombra la paradoja europea: sus hechos desdicen las palabras, desvirtuando doctrinas icónicas. Prosélitos fanáticos de inusitada crueldad y egoísmo adulteraron la esencia del cristianismo; la praxis del marxismo aparece como perversa negación del discurso. Con ocasión del 190 natalicio de su célebre paisano, la Universidad de Tréveris reunió en 2008 a eminentes expertos europeos, asiáticos y africanos para reflexionar sobre Karl Marx. El simposio analizó con detalle las aportaciones del materialismo histórico y su impacto en el mundo. Destacable la ponencia de W. Leonhard, autor de ‘Hijo de la revolución’, cuya sólida investigación desentraña en profundidad el pensamiento marxista y las contradicciones de sus apóstoles más conspicuos. Muestra que Marx abjuró del marxismo ya en los años ‘70 del S. XIX y, preocupado, censuró la deriva dogmática de su teoría. Según este catedrático emérito de Yale, “debemos diferenciar entre las ideas de Marx y Engels y las idioteces que difundieron sus partidarios. No dañaron su figura sus adversarios, sino adeptos que las amañaron para hacer de ellas una ideología grotesca, que utilizan para sustentar movimientos totalitarios y regímenes dictatoriales”.
En 2018, su bicentenario, apareció ‘Karl Marx: ilusión y grandeza’, poderosa biografía donde Gareth Stedman Jones asegura que el marxismo es un “invento”. Corrobora que Marx, indignado, renegó del marxismo ante la proliferación de tergiversaciones y reinterpretaciones de sus textos, que falseaban su pensamiento, mucho más “errático y confuso” que la “versión canónica” impuesta. Estudios exhaustivos que presentan un Marx desencantado ante el confusionismo suscitado por exegetas oportunistas, recuerdan su aversión al culto a la personalidad -expresada al parlamentario Wilhelm Blos- y las vitriólicas diatribas contra allegados y detractores.
Imprescindible contextualizar y aquilatar ideas y procesos para huir de la demagogia. ¿Cuál es el auténtico Marx? ¿Conocen su ideario los doctrinarios orgánicos, reducido a un delirante cajón de sastre, sustento de manipuladores ambiciosos? ¿Merecen crédito proclamas fantasiosas carentes de fundamentación científica? Preguntas asaz idealistas, cuyo esclarecimiento parece necesario en la procelosa búsqueda del equilibrio entre libertad y bienestar.♦