Escribo el 19 de noviembre, Día Internacional del Hombre. Como una inmensa mayoría ni conocía su existencia. No hubo proclamas demagógicas, manifestaciones ni algaradas: día cualquiera en la vida. Llenan el calendario de conmemoraciones bienintencionadas, muchas perfectamente prescindibles. A los tradicionales festejos patrióticos y religiosos agregaron exaltaciones diversas: Día del trabajo, Derechos Humanos, Medio Ambiente, la Madre, el Padre, el Niño, los Enamorados, la Radio, la Música… Cada dolencia tiene su Día, e instan a celebrar el del pangolín, cuya única cualidad memorable es su exquisitez en el paladar.
Proliferación excesiva que camufla y banaliza los principios motivadores del recuerdo. Solapando su sentido prístino, se reduce a pretexto para el jolgorio, holgar y , ante todo, comprar. Avispados comerciantes convirtieron Navidad, Reyes o San Valentín en efemérides propicias para lanzar agresivas campañas de venta. El consorcio Alibaba, que registró el 11/11 como Día del Soltero en 2012, multiplicó su cuenta de resultados: 5.800 millones de dólares facturados en 2013, 30.800 en 2018. La lúdica protesta de unos jóvenes de Nanjing, que en 1993 idearon lamentar su soltería -arduo emparejarse en China- mediante el capricho de una jornada de compras compulsivas es hoy negocio redondo. Como el Black Friday, degeneración, según algunos, de las «rebajas» del precio de los esclavos negros en Norteamérica tras el Día de Acción de Gracias; versión negada por quienes atribuyen la expresión a los indignados reguladores del tráfico en Filadelfia, quejosos del denso trasiego que atascaba calles y carreteras en la referida fecha. Etimologías aparte, la Modernidad consagró otra Saturnalia al dios Consumo, cuyo sacerdocio ejercen actores y deportistas icónicos.
¿Recordamos cada 1 de mayo a los ‘mártires de Chicago’? Cinco sindicalistas ahorcados en 1886 -otros encarcelados a perpetuidad- por reclamar mejoras laborales y la reducción de su exhaustiva jornada de 16 horas. ¿Y el aura de seriedad del 8 de marzo? Instituido para honrar la dolorosa lucha de las ‘garment workers’, obreras de la primera Revolución Industrial explotadas, con sus hijos menores, en condiciones inhumanas, oportunismos retóricos caricaturizan el ideario de aquellas históricas pioneras, muchísimos de ellas muertas por demandar derechos como el sufragio universal.♦