Decididamente, el pueblo español ofrece sobradas muestras de ingratitud. Otorga, en sucesivas encuestas, una calificación negativa a la situación económica, contradiciendo así la versión gubernamental que asemeja su trayectoria a la de un cohete. Aunque el símil se antoje algo exagerado, pues la expansión no alcanza ni de lejos registros estratosféricos, tan marcada divergencia sólo puede responder al distinto ángulo de percepción del observador. No es lo mismo apreciar desde las alturas el comportamiento de las variables macroeconómicas que experimentar en carne propia su reflejo en las cuentas domésticas. No sólo se observa esta discrepancia en nuestros lares. El auge del populismo por doquier se nutre de un sentimiento similar de insatisfacción.