China se ha posicionado como un serio competidor de EEUU en las cadenas globales de valor de modo que es muy poco probable que Biden cambie la política estadounidense hacia China, aunque varien las formas.

La OMC ve ilegales los aranceles puestos por EEUU, que tiene muchas razones (cotización del yuan, etc) para el descontento.

La guerra comercial de EE.UU. con China, pese a la victoria electoral del candidato demócrata, Joe Biden, está lejos de haber finalizado. Los demócratas, durante la administración Obama, acusaron a China de tener su divisa “artificialmente devaluada”. Y ahora, con un déficit comercial cercano a los trescientos mil millones de dólares, EE.UU. no bajará de manera inmediata sus aranceles sobre China. La mitad de las exportaciones chinas están gravadas con un arancel del 25%. Esos aranceles sólo se reducirían si los chinos importan 143 mil millones de dólares en bienes estadounidenses durante 2020. Sin embargo, hasta la fecha, China solamente ha comprado un 40% del total acordado. Las exportaciones norteamericanas a China, en octubre, crecieron un 33%. Pero no será suficiente a la hora de alcanzar los objetivos pactados para este año. “Biden, en ese caso, mantendrá una línea dura con China”, señala Wang Tao, Economista Jefe de UBS, a esta revista. Ahora bien, EE.UU. también intentará incentivar el multilateralismo comercial. Las últimas rondas comerciales multilaterales, iniciadas en Doha, siguen sin cerrarse con éxito tras veinte años de desacuerdos. Y los republicanos, entretanto, han amenazado insistentemente con retirar a EE.UU. de la Organización Mundial del Comercio. Obama, y Biden, ya practicaron una política de aislamiento comercial sobre China. El Tratado Comercial Transpacífico, o TPP, buscaba endurecer los estándares comerciales a nivel regional con China. Y el TTIP, negociado con Bruselas, también buscaba contener a China en su primer mercado de exportación, la UE. Esta estrategia comercial, además, fue acompañada de la iniciativa “Pivot to Asia” (donde seis de cada diez efectivos del ejército estadounidense iban a ser desplegados alrededor de varias naciones fronterizas con China). “El próximo presidente de los EE.UU., Joe Biden, retomará buena parte de esa estrategia hacia China”, aseveran desde UBS.


“Hasta octubre, China solo ha importado de EEUU el 40% de los 143.000 millones de dólares acordados para que Washington levante los aranceles”


Unos aranceles ilegales
La pregunta, no obstante, es: ¿Tiene razón EE.UU. en endurecer sus políticas comerciales hacia China? La OMC ha declarado “ilegales” todos los aranceles impuestos por el presidente saliente desde 2018. Sin embargo, además de las transferencias forzadas de tecnología estadounidense a China, existen motivos más que suficientes para el descontento en Washington. En primer lugar, la devaluación artificial del renminbi, la cual hace que resulte más atractivo exportar desde China. Y las transferencias tecnológicas inherentes a esta situación, de las empresas estadounidenses que fabrican sus productos en China, también han hecho perder competitividad a EEUU. Sirvan dos ejemplos para ilustrar esto último. En 2007, Samsung y Apple dominaban el mercado de los teléfonos móviles inteligentes. Ocho de cada diez terminales vendidas en todo el mundo, además, se fabricaban en China. Pero, actualmente, tres de las cinco primeras marcas mundiales son chinas. El segundo ejemplo debe ilustrarse tomando como referencia el comercio de bienes intermedios, un 65% de los intercambios comerciales totales, según la OCDE. En 1995, la aportación de valor añadido estadounidense al sector exportador internacional era once veces el chino. Veinte años más tarde, en 2019, apenas es el 16%. Esto, de alguna manera, indica que China ha entrado en competencia directa con EE.UU. por la clientela del sector manufacturero global. Por otra parte, la proporción del valor añadido extranjero integrado en las exportaciones chinas ha retrocedido dieciséis puntos porcentuales, desde 1995 hasta 2019. Esto significa que, proporcionalmente, China importa cada vez menos bienes intermedios desde otras naciones industrializadas (sobre todo, de EE.UU.). Y, además, el valor añadido doméstico de las exportaciones estadounidenses al mundo apenas se ha duplicado desde 1995 mientras el valor añadido doméstico de las exportaciones chinas ha aumentado un 1.800% hasta 2019.♦