Donald Trump

El tribunal supremo dictaminó el pasado año que los actos realizados por el presidente en el ejercicio de su cargo son, por definición, legales. Así que Trump ha encargado a Elon Musk, un “empleado especial del gobierno”, que se meta en las tripas de la administración de EEUU y corte y recorte… el dueño de Tesla dice que a un ritmo de 4.000 millones de dólares diarios.

EN MENOS DE UN MES desde que llegó al poder, Donald Trump se ha lanzado a la demolición del Estado en EEUU. Pero no es una demolición como le gustaría a un liberal clásico. Es una demolición puramente trumpista. Es decir, llevada a cabo por medio de una estructura paralela de poder, de legalidad, en el mejor de los casos, dudosa, capitaneada por un empresario en activo, Elon Musk, y que no tiene una estrategia más clara que la de castigar, silenciar y expulsar del aparato estatal a los críticos y enemigos del presidente.

Suena apocalíptico, ¿verdad? En realidad, es peor que apocalíptico. El momento clave de esta operación arrancó en la madrugada del 1 de febrero, sábado, cuando un grupo de empleados del DOGE (Departamento de Eficiencia en el Estado, según sus siglas en inglés)

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