Fernando G. Urbaneja
Fernando González Urbaneja

“España va bien” fue el lema con el que el presidente Aznar quiso calificar su mandato de ocho años (1996-2004), a caballo del cambio de siglo. Los datos avalan su pretensión. Pedro Sánchez resucita ahora la proposición de Aznar e insiste en todas sus intervenciones en que la sociedad española está hoy mejor que cuando él llegó al gobierno mediado el 2018. Hay datos que avalan su tesis, y otros que la contradicen. La economía española crece más que la media de sus competidores directos, cuenta entre las de mayor crecimiento de la UE, especialmente tras el bache de la pandemia, que nos castigó más que a los otros europeos. España crece de forma sostenida, por encima de las previsiones, basada en un importante aumento de la población residente (migrantes), un crecimiento impenitente de la deuda pública, un magnífico desempeño del turismo y de las exportaciones. En la zona de sombra, entre otras referencias, estancamiento de la productividad y de la renta per cápita; crecimiento de las desigualdades en paralelo al aumento de la presión fiscal, pese a la política social de la que tanto se pavonea el gobierno, avería del ascensor social para la nuevas generaciones, especialmente los nacidos desde finales de los 80 (millennials) lastrados por los precios de la vivienda (propiedad y alquiler) y por una crónica precariedad laboral.

Este mes hemos conocido tres estudios serios que evidencian que a los españoles no les va tan bien como a España y que no han merecido ninguna consideración de los portavoces oficiales, empeñados en un relato sobre lo bien que lo hacen. El primero de Caritas (Informe Foessa), un estudio veterano, serio, profundo, titulado “sobre exclusión y desarrollo social” que destaca el crecimiento de la exclusión, la emergencia de una sociedad dual (instalados y excluidos), el estrechamiento de la clase media y la brecha generacional que discurre en paralelo al debilitamiento de los lazos comunitarios. El segundo elaborado en Fedea sobre la evolución de la riqueza de la familias entre 2002-2020 que evidencia el crecimiento de las desigualdades. Un dato elocuente: el 1%, los que más acumulan, tienen el 21% del patrimonio, frente al 13% que sumaban hace veinte años, lo que viene a señalar que más ricos, pero unos pocos. Detecta también el informe la brecha generacional. El tercero patrocinado por Fedea y el Colegio de Economistas analiza el desempeño del Ingreso Mínimo Vital, medida estrella del gobierno para combatir la pobreza. El estudio elogia la ley, pero señala que habría que flexibilizar los requisitos para acceder a este recurso, que alcanza a la mitad de la población diana.

Los estudios son concluyentes, exigen debate y decisiones urgentes, pero que andan muy lejos de las preocupaciones de los parlamentarios y de nuestros dirigentes, dedicados exclusivamente a mantener/alcanzar el poder, pero sin atender a las preocupaciones y problemas de la sociedad, ajenos al “bien común” concepto que enfatiza el informe de Caritas/Foessa. Este no es el mejor momento de la historia reciente de España; hay razones que lo explican, pero también desatenciones que lo enfatizan.♦