Texto: Gregorio Izquierdo (Director general del IEE) y Edita Pereira (Jefa del servicio de estudios de CEOE) •
Crecemos, sí, pero hay que corregir los desequilibrios macroeconómicos y reducir la creciente y preocupante carga regulatoria -fiscal, laboral, burocrática- de las empresas.
La economía española ha mostrado una notable resiliencia y un elevado dinamismo, a pesar de los riesgos que subyacen tanto en el contexto internacional, debido a las políticas arancelarias y las tensiones geopolíticas, como en nuestro país, cuya situación se caracteriza por la inestabilidad política y el aumento de los costes y la inseguridad jurídica que están sufriendo las empresas. A la vuelta del verano, los principales organismos nacionales e internacionales han revisado levemente al alza las previsiones de crecimiento de la economía española hasta el entorno del 2,6% para 2025 (Panel de Funcas y Banco de España), mientras que el Gobierno lo eleva al 2,7%. Todos mantienen el escenario de desaceleración para 2026, con tasas que varían entre el 2,2% del Gobierno y el 1,8% del Banco de España. Esta situación contrasta con la debilidad coyuntural y estructural de la economía europea, que previsiblemente superará levemente el 1% de crecimiento en 2025 y se mantendrá en este umbral en 2026. Además, el mercado laboral español sigue creando empleo a buen ritmo, lo que va a permitir reducir la tasa de paro hasta alrededor del 10%, y la inflación se está moderando hacia ratios más acordes con los objetivos del BCE (2,5% en media de 2025). En cuanto a la balanza de pagos, es reseñable que acumula más de una década de superávit exterior, lo que permite reducir nuestro saldo deudor externo neto, actualmente en el -44,5% del PIB, muy por debajo de los niveles cercanos al -100% del PIB de 2009.