“Los niveles de tipos de la FED solo son sostenibles por la generosa ración de liquidez que se cuida de preservar para evitar un credit crunch”.

El medido anuncio de Jerome Powell, en la reunión anual de Jackson Hole, sobre la progresiva preponderancia del riesgo de enfriamiento económico, respecto al que representa la inflación, se interpretó por más de un analista como signo de rendición ante los ataques de Trump. Diagnóstico que se compadece mal con el comportamiento no ya de Powell sino de cualquier banquero central que se precie. Todos comparten un férreo afán por preservar la independencia de sus instituciones, piedra angular de la política monetaria. Si acaso, las presiones provocan el efecto contrario. Probablemente, la actitud de descarnada coacción ejercida por el inquilino de la Casa Blanca haya contribuido, contra su voluntad a demorar más de la cuenta una rebaja de tipos que la economía estadounidense viene reclamando hace ya tiempo.