
Las burbujas financieras nacen de ese ansia de creer, por encima de lo que dicen los números. Dicho esto, también se puede especular en las burbujas. Es donde más dinero rápido se puede hacer, pero no debemos olvidar las reglas del juego, y saber que en cualquier momento nos pueden hacer levantar de la mesa. Los movimientos más parabólicos y salvajes se dan siempre en los últimos coletazos de los mercados alcistas, cuando el sentimiento general es que nadie puede parar el movimiento.
Texto: Julio López (Attitude Gestion SGIIC) •
CUENTA UNA ANÉCDOTA muy popular y que aparece publicada en muchos sitios que una vez, al premio Nobel de química de 1908, Ernest Rutherford, al parecer le habían sido requeridos sus servicios como árbitro ante la disputa entre otro profesor y un alumno en un examen de física.
La pregunta única del examen era la siguiente: “Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro”. El alumno había respondido: “Lleve el barómetro a la azotea del edificio, átele una cuerda muy larga, descuélguelo hasta la base del edificio y mida la longitud de la cuerda usada. La longitud de la cuerda es igual a la altura del edificio”.
Como pueden comprobar, la respuesta es rigurosamente exacta pero el profesor había puesto la pregunta para que el alumno demostrara sus conocimientos sobre física. Es decir, que lo que quería era una respuesta de las muchas que había donde se utilizara estos conocimientos en su argumentación.
El árbitro, tras darle otra oportunidad y advertirle de que sería imprescindible que en su argumentación utilizara conocimientos de física, el alumno escribió en otro examen: “Tome el barómetro y láncelo al suelo desde lo alto del edificio, mida el tiempo de caída con un cronómetro, después aplique la fórmula: altura del edificio es igual a 0.5 x g x tiempo al cuadrado”.
También, tras salir del examen verbal, le dijo al árbitro Rutherford otra solución: “En un día soleado, pones el barómetro en el suelo y mides la sombra que proyecta, después mides la sombra que proyecta el edificio y aplicando una regla de proporción se puede calcular fácilmente la altura del edificio”.
Pero lo que dejó perplejo a Rutherford fue cuando le dio la más ingeniosa de todas. Tomen nota porque no tiene desperdicio: “Llamar a la puerta de la casa del portero del edificio y decirle: Si usted me dice la altura del edificio, yo le regalo este útil y bonito barómetro”.
Poco después Rutherford se dio cuenta de que el estudiante sabía perfectamente la respuesta que ellos querían oír, aunque las otras también eran ciertas. Es decir, que la altura del edificio es proporcional a la diferencia de presión entre el suelo y el techo del edificio, pero también se dio cuenta de que el alumno gozaba de una gran inteligencia y que había estado tomando el pelo a los dos profesores. Y vaya que si era inteligente el alumno, se llamaba Niels Bohr y sabía física. Tanto, que ganó en 1922 el premio Nobel de física al descubrir que los electrones giraban a grandes velocidades alrededor del núcleo atómico.
HASTA EL MÁS TORPE HACE RELOJES
Al no ser artificial, si Bohr fuera una empresa, sus acciones seguramente no serían tenidas en cuenta por los inversores. El mar sigue en calma desde nuestra última nota. Los mercados siguen tranquilos sin ningún tipo de sobresalto y agitados solo de cuando en cuando por alguna noticia de alguna empresa tecnológica que parece ser lo único que insufla algo de viento a las velas. En mi última nota ahondaba en la sensación de que estamos en medio de una burbuja excepcional, y a pesar de que los mercados siguen su marcha lenta de reos esposados, no veo muchos signos que me hagan cambiar de opinión. El mundo de los hombres se alimenta de ficciones.
Durante muchos siglos ha sido la religión la principal invención, pero a lo largo del siglo XX y ahora el XXI han aparecido nuevos relatos originados para conseguir nuevos escenarios que superen los sinsabores de la realidad. La existencia de una vida posterior mejor a esta, una película que nos haga identificarnos con héroes o ser partícipes de románticas experiencias, o en el caso de los mercados, dándonos una recompensa que la mayoría de los trabajos no ofrecen con los salarios. Las burbujas financieras nacen de ese ansia de creer, por encima de lo que los números dicen. No quiero decir que no existan oportunidades de inversión, porque las hay, pero sí hay algo en el ambiente que se respira que nos hace estar alerta. Dicho esto, también se puede especular en las burbujas. Es donde más dinero rápido se puede hacer, pero no debemos olvidar las reglas del juego, y saber que en cualquier momento nos pueden hacer levantar de la mesa. Los movimientos más parabólicos y salvajes se dan siempre en los últimos coletazos de los mercados alcistas, cuando el sentimiento general es que no hay nadie que pueda parar el movimiento y hasta el más torpe hace relojes. La semejanza con las telecos del año 2000 es evidente. Si miramos por ejemplo las acciones de France Telecom, nos pueden servir de ejemplo. En agosto de 1999 cotizaba a 55 euros. De ahí a final de año dobló hasta los 100 euros. En los siguientes dos meses subió otro 50 por ciento hasta cerrar febrero a 144 euros. El día 1 de marzo subió un 12 por ciento, el día 2 otro 10 por ciento. El día 3 recuerdo comprar a 185 euros por la mañana (pecados de juventud) y venderlo en una hora a 220 euros. Ese día cerró a 185 euros (el precio de inicio de la sesión). El mes lo cerró a 140 euros. Marcó un mínimo 17 meses más tarde en 6 euros. La fiebre de las telecos de entonces es la de la inteligencia artificial de nuestra época. Internet se desarrolló, pero el dinero despilfarrado en inversiones que no pudieron amortizarse fue descomunal.
ALIBABA, UN 50% EN UN MES
La inteligencia artificial se desarrollará sin ninguna duda, pero la rentabilidad de las inversiones es lo que me produce gran escepticismo, porque la gente se olvida de hacer números. Las burbujas se generan cuando los inversores llevan a las nubes las cotizaciones sin caer en la cuenta de que los precios que se están pagando vendrán acompañados de retornos más bajos por precisamente pagar esos precios (a menos que el crecimiento exponencial sea para siempre, cosa que la historia nos dice que no se produce). Nvidia ha sido un caso de éxito sin parangón. Ha multiplicado sus ingresos seis veces en los últimos tres años y su beneficio por ocho. El problema viene por pensar que puede mantener ese crecimiento hasta el infinito. Si doblara su beneficio en dos años, la rentabilidad de su caja libre sería apenas del 3,5% (120 puntos básicos menos que la deuda gubernamental americana a 30 años). Si se está confortable comprando a esos niveles, cada cual vea, pero una leve agitación en el paraíso de la inteligencia artificial significa que la caída del caballo sería más dolorosa sin duda que la de San Pablo.
El ecosistema se está ampliando a empresas similares. Alibaba ha subido un 50 por ciento en el último mes, y también tenemos la escalada a los cielos de Oracle. Simples anuncios de gasto en inteligencia artificial son recompensados con subidas alucinantes del precio de sus acciones. Como si todos fueran a ser ganadores. Siguiendo con el ejemplo de las telecos. ¿De dónde van a sacar los ingresos todas estas empresas? ¿si hay tantos jugadores se mantendrán los márgenes tan altos?
Todos los movimientos que estamos viendo entre las empresas son también sintomáticos. Cruces accionariales, préstamos a empresas para que compren más equipos, alquiler de equipos en lugar de compras sujetas a amortizaciones aceleradas. Estamos empezando a ver algunos bocetos de un cuadro que de momento no sabemos lo que es, pero que lo mismo descubrimos que es un cuadro de El Bosco cuando se junten todos los colores.
¿QUÉ HAGO CON MI DINERO SI VENDO?
Cuando preguntas a inversores, la conclusión es la misma. ¿Qué hago con mi dinero si vendo? Ir contra la tendencia actual es complicado. Si ganas dinero cada día que demoras una venta, la inactividad es recompensada. Los flujos pasivos refuerzan el movimiento concentrando las inversiones en lo que más pesa, independientemente de los números subyacentes de rentabilidad que esas inversiones conllevan. El mar de liquidez sigue presente, y la “escasez” de inversiones ahonda en la dirección del movimiento. Pero es lo que ha pasado siempre antes de un susto. Pasamos de no tener en cuenta el riesgo, a una aversión al riesgo irracional en cuanto haya cinco días de caídas seguidas.
¿Cuándo se pueden girar los mercados? Yo tendría cuidado el año que viene, más que de forma inmediata. El segundo año de mandato presidencial americano cíclicamente es malo para las bolsas (recordemos el 2018 o el 2022 con caídas en ambos años cercanas al 20% en la bolsa americana). Los ciclos estacionarios de las bolsas son como las meigas, nadie las ve, pero existen. Las causas, como siempre, las explicaremos con posterioridad y resultarán evidentes en ese momento.♦