“La UE debate el plan de recuperación para neutralizar potenciales riesgos que pongan en peligro el valioso mercado único. Valioso para todos, aunque de acuerdo con las estimaciones de la comisión europea, los cuatro «frugales» están a la cabeza de la lista de los grandes beneficiarios, con 1.682€ per capita en Dinamarca, 1.583€ en Austria, 1.500€ en Países Bajos y 1.302€ en Suecia. unas cifras que superan holgadamente los 763€ per capita de Italia o los 589€ de España»
La experiencia de la crisis conocida como la Gran Recesión alimentó la idea de que la respuesta a los desafíos en la UE siempre sería tardía e insuficiente, dados los distintos intereses de los países que conforman el club comunitario. De hecho, en la actualidad, podemos apuntar que el músculo de cualquier Plan de Recuperación en la UE será inversamente proporcional al tiempo que se tarde en acordarlo, dado que la reactivación será más evidente y determinados socios comunitarios confían en que su estructura económica les permitirá cosechar en el medio y largo plazo crecimientos más sólidos que los de sus socios.
En paralelo, desde la perspectiva del apoyo social en los países más ortodoxos, se impone acordar cualquier plan paneuropeo de estímulo antes de que sean evidentes los fuertes repuntes del grueso de los indicadores económicos que deparará la primera fase de la recuperación. Ahora bien, la gran cuestión estriba en que, dado el carácter extraordinario de la actual crisis, el hecho de no articular los mecanismos necesarios para lograr una recuperación bien cimentada, podría poner en riesgo el principal activo de la UE: el mercado único.
La canciller alemana, Angela Merkel, es plenamente consciente de la anterior realidad y, por este motivo, aboga por un rápido acuerdo para lanzar un Plan de Recuperación que esté presidido por cierta ambición. Sin dicho plan, la recuperación de la UE sería mucho menos intensa y más breve ya que resurgirían peligrosos riesgos del pasado, tales como el incremento de las diferencias entre los socios europeos, que podrían incluso reavivar la posibilidad de fragmentación de la zona euro. Por ejemplo, este riesgo podría vincularse a una nueva crisis de la deuda que afectaría a países como España e Italia, pero también a Francia.
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